La pandemia de covid-19: reflexiones personales
Lenin Fisher
A partir de la pandemia de influenza A-H1N1 yo dejé de saludar
dando la mano. Recurrí a saludar con el puño y buscando el contacto con las
articulaciones metacarpo-falángicas o gonzes, como decimos popularmente en
Nicaragua (goznes dicen en otros países).
Colegas médicos me
criticaban o se burlaban porque ya no les daba la mano; lo mismo hacían algunos
familiares o amigos. Para mí, ya no había que hacer caso a la frase: ¡Deme los
cinco!
Siempre me llamó la
atención que algunas personas no se lavaban inmediatamente las manos después de
ir al baño, a pesar de lo cual, saludaban con la mano a la primera persona que
se encontraban.
Además, era
impresionante como en muchas instituciones públicas, incluyendo escuelas,
hospitales y universidades no había jabón en los lavamanos. Muchas personas
tenían hasta miedo de lavarse las manos con un pedazo de jabón de tocador.
Creían que se podían infectar.
El sistema capitalista neoliberal nos acostumbró a que solamente
en los centros comerciales de lujo, supermercados y hoteles de cuatro o cinco
estrellas podíamos encontrar jabón líquido para lavarnos las manos. El pueblo
asumió que entre más exclusivo el centro comercial, los servicios sanitarios
serían de mayor calidad y en consecuencia, el jabón, el papel higiénico y la
servilleta estaban garantizados.
Recuerdo que un
neurocirujano me dijo que había encontrado artículos científicos que hablaban
sobre la menor frecuencia de transmisión de infecciones cuando se saludaba con
el puño cerrado que al hacerlo con estrechar las manos.
En los años
pre-pandémicos o pre-covid-19, cuando había médicos residentes con gripe,
resfriado o faringitis les orientaba que no podían estar en el mismo ambiente
de trabajo y que usaran una mascarilla. Algunos se molestaban.
Después que inició la
pandemia del covid-19, comencé a saludar con el codo y algunas personas se
burlaban. Cuando apareció el primer caso de covid-19 en Nicaragua empecé a
saludar como militar, con la mano sobre la frente, en posición oblicua.
Durante la pandemia
del covid-19, no me he enfermado de las vías respiratorias. Llevo dos años
seguidos vacunándome contra la influenza A-H1N1, con una vacuna producida en
Nicaragua, en el laboratorio Mechnikov, gracias a Rusia y Cuba.
También he visto que mis familiares, amigos y compañeros de
trabajo no se han enfermado de las vías respiratorias; lo mismo me han dicho
otras personas. Este cambio positivo se puede atribuir al lavado de manos con
agua y jabón, más frecuentemente, el uso de alcohol, la mascarilla y el
distanciamiento físico y social.
El saludo de besos en la mejilla también es una práctica que
representa un riesgo de transmisión de enfermedades respiratorias, en las que
ahora se incluye el covid-19. Creo que se subestimó el papel de las gotitas de
Flügge (las gotas de saliva que inevitablemente todos expulsamos al hablar,
gritar, cantar, soplar, estornudar, toser o espirar); eran más relacionadas con
la transmisión de la temida tuberculosis. Tales microgotas se nebulizan en el
aire y portan aerosoles, bacterias, virus, etc. Microgotas que salen de la boca
humana, incluso, al hablar bajo.
Karl Flügge (1847-1923), el higienista y bacteriólogo, de origen alemán,
tenía razón. Su descubrimiento de hace más de un siglo influyó en el inicio del
uso de mascarillas de gasa en sala de operaciones, impulsada por Mikulicz, en
1897 y tiene tanta vigencia epidemiológica en el siglo XXI, en medio de la
pandemia de la enfermedad por coronavirus 2019.
Managua, Nicaragua, 26 de enero y 6 de febrero de 2021
Colegio
Nicaragüense de Radiología