Contrarrevolución del siglo XXI en
Latinoamérica
Lenin
Fisher
La
contrarrevolución del siglo XXI en América latina es impulsada por el
imperialismo global y dos de sus grandes centros del poder económico del
capitalismo mundial: Estados Unidos y Europa. La burguesía y oligarquía de cada
país latinoamericano donde suceden transformaciones revolucionarias y
progresistas, como respuesta al fracaso del capitalismo y el neoliberalismo
para construir sociedades con justicia social y democracia real, hacen su respectivo
papel defendiendo sus intereses de clase.
En América
latina, la contrarrevolución del siglo XXI comenzó a manifestarse cuando Hugo
Chávez Frías ganó la presidencia de Venezuela, a través de elecciones, en 1998.
Como los partidos o fuerzas políticas de izquierda han obtenido victorias
electorales en medio de la paz, tiene la particularidad de ser una
contrarrevolución en paz, sin una guerra militar, en la forma acostumbrada;
pero no exenta de violencia. En realidad son los llamados golpes suaves, soft o light. Prefieren los golpes suaves que las elecciones, porque saben que el pueblo vota por los gobiernos que se preocupan por los intereses de las mayorías pobres. Así, la derecha y la burguesía irrespetan las reglas democráticas de acceso al poder por la vía electoral y pacífica.
Por lo tanto,
no vemos el escenario de Guatemala, República Dominicana, Cuba, Grenada o
Nicaragua, durante el siglo XX, donde la intervención militar de Estados Unidos
o de ejércitos contrarrevolucionarios armados y financiados por Washington
invadieron a dichos países. Además, la Agencia Central de Inteligencia no ha
descartado totalmente el guión del golpe de Estado duro, a la chilena, no sin
antes hacer rechinar la economía, como decía el halcón Henry Kissinger, como
cuando derrocaron con el ejército, el 11 de septiembre de 1973, al gobierno
democráticamente electo de la Unidad Popular y Salvador Allende.
Por eso vemos
un golpe de Estado en Honduras, con el secuestro del presidente Manuel Zelaya
hacia Costa Rica y la participación del ejército. O bien, el golpe de Estado en
Paraguay, contra el presidente Fernando Lugo, después de provocar un confuso
incidente entre la policía y campesinos, recurriendo al enmascaramiento
legalista de la institucionalidad democrático-burguesa y queriendo declarar
incapaz mentalmente a uno de los pocos presidentes lúcidos que el pueblo
paraguayo ha tenido defendiendo sus intereses, desde la época previa a la
guerra de la triple alianza, en el siglo XIX, que arrasó lo construido por
Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y Francisco Solano López.
Asimismo, el
golpe de Estado contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en 2002,
restituido en el poder por el pueblo que luchó en las calles. Hecho al que se
suma el sabotaje económico, el golpe petrolero, la especulación, el agiotismo, la
descapitalización, la fuga de capital, el contrabando, la violencia callejera
con las guarimbas, el asesinato de simpatizantes y políticos revolucionarios,
la paramilitarización de las pandillas de delincuentes, los auto-atentados
contra los propios manifestantes opositores, la exacerbación del crimen y del
tráfico de drogas para alienar y embrutecer a la juventud. Todo lo cual ocurre
con el apoyo de los gobiernos de la derecha colombiana, incapaces de lograr la
paz y de terminar con la producción y exportación de droga, que afecta a todo
el continente y más allá. El mismo formato contrarrevolucionario es aplicado
contra el presidente Nicolás Maduro, guión dirigido desde el Comando Sur, en
Panamá, y apoyado por el gobierno de Colombia. Este último país es la ficha de
la desestabilización del proceso de cambio en la región. La tensión fronteriza
es otra táctica. A Colombia hoy se suma Guyana, con la disputa de la Guayana
Esequibo. Ambos quieren desestabilizar y desprestigiar a Venezuela. La contrarrevolución
del siglo XXI en América latina no tiene escrúpulos.
En Ecuador,
la contrarrevolución del siglo XXI se ha manifestado por intentos de secuestro
policial del presidente Rafael Correa, una guerra mediática encarnizada,
ataques de organismos financieros internacionales o de compañías
transnacionales privadas y la oposición a todo tipo de transformaciones
económico-sociales, incluyendo leyes para cobrarle más impuestos a los ricos y
sus herencias multimillonarias, así como provocaciones de Colombia que atacó a
guerrilleros colombianos en la frontera colombo-ecuatoriana.
Argentina
también es víctima de la contrarrevolución del siglo XXI al enfrentar el
sabotaje económico de los empresarios privados, industriales y
agroexportadores, la férrea agresión cotidiana de los magnates de los medios de
comunicación tradicionales, los trucos para culpar a la presidenta Cristina
Fernández viuda de Kirchner de la muerte de un fiscal y la oposición
intransigente ante la reforma de los servicios de seguridad y del sistema
judicial. La derecha judicializa la política para buscar el golpe de Estado suave, de tipo judicial. Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional, los banqueros
privados y el sistema de justicia yanqui se confabularon para agredir
financieramente a la Argentina por medio de los llamados fondos buitre, una
sucia estratagema para obligar a pagar al país lo que ya había pagado,
descapitalizarlo y llevarlo a la quiebra.
Uruguay, es
quizás el país del que menos se conoce sobre la contrarrevolución del siglo
XXI. Sin embargo, el intento de deslegitimar el ejemplo de honradez y
austeridad del presidente José Pepe Mujica, no debió pasar inadvertido porque
estaba dirigido a calar en la conciencia del pueblo como una manera diferente
de hacer política, que esencialmente es antisistémica. Intentaron encender las
tensiones fronterizas con Argentina, relacionadas con una fábrica de papel,
tanto durante la presidencia de Tabaré Vásquez como de Mujica.
Brasil fue
conmocionado por una supuesta ola espontánea de protestas contra la celebración
del último campeonato mundial de fútbol, en 2014, aunque parezca increíble en
el país más futbolero del mundo, donde los niños nacen pidiendo un balón para
disparar su primer gol. Lo que no dijeron es que muchas protestas eran contra
gobernaturas o alcaldías bajo el control de partidos de derecha, que no habían
cumplido sus promesas o eran señaladas de corrupción. Las cadenas mediáticas
gringas y europeas seguramente distorsionarán otra vez la realidad cuando la
tierra del Pernambuco organice las próximas Olimpiadas en 2016. El sabotaje
financiero no ha sido olvidado por la oligarquía brasileña y la corrupción
promovida por ella han querido atribuírsela a los gobiernos de Lula da Silva y
Dilma Russef. No contentos, los derechistas se obsesionan en acortar el periodo de gobierno de Russef y no quieren esperar las siguientes elecciones. Otro intento de golpe de Estado suave.
En El
Salvador, la extrema derecha quiere explotar la gran cantidad de pandillas
delincuenciales vinculadas al narcotráfico, crimen organizado y deportados de
Estados Unidos para desestabilizar el gobierno del presidente Salvador Sánchez.
La paramilitarización de las pandillas en Venezuela y El Salvador no es una
coincidencia aislada. Los políticos de derecha y la clase social que
representan, es decir, la gente más rica, no escatiman ningún medio para
recuperar el poder político, el gobierno o presidencia.
Bolivia, con
el presidente Evo Morales, ha tenido que enfrentar la guerra de transnacionales
privadas, organismos financieros internacionales, los empresarios capitalistas,
los emporios mediáticos y los sectores racistas. Con su liderazgo, honestidad y
austeridad ha sido capaz de dirigir a la nación multiétnica y de reconstruir su
país, después de toda la destrucción neoliberal. Su ejemplo es una esperanza
por los indios de México, Perú y Guatemala.
Chile cuenta
nuevamente con Michelle Bachelet en la presidencia, quien con poco margen de
maniobra trata de impulsar mejoras sociales y restablecer la justicia,
mancillada durante la dictadura militar de Pinochet. No obstante, la oligarquía
chilena es el principal obstáculo para una solución bilateral del problema de
falta de acceso al océano Pacífico que tiene Bolivia, como resultado de la
acción geofágica y expansionista de la oligarquía chilena en el siglo XIX.
Aumentar las tensiones entre Chile y Bolivia, a pesar del esperado fallo de la
Corte Internacional de Justicia, de la Haya, puede ser un táctica para frustrar
toda transformación social en ambos países.
Y en
Nicaragua, ante la excelente gestión del presidente Daniel Ortega Saavedra,
líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional, los políticos de la derecha
desprestigiados, divididos y sin liderazgo, tratan de deslegitimar a la Policía
Nacional y el Ejército Nacional. Grupos extremistas promovieron hechos oscuros
como disparar contra caravanas indefensas que celebraban el aniversario de la
Revolución Sandinista, el 19 de julio de 2014. Asimismo, descalifican al ente
electoral cuando las elecciones no les resultan favorables. Critican toda obra
de progreso. Están en desacuerdo con la alianza que el gobierno ha logrado con
los empresarios privados y los trabajadores porque ha permitido el crecimiento
económico entre 4 y 6%, durante los últimos años. Llaman populismo y
repartición de migajas a toda obra social que reduzca la pobreza y la extrema
pobreza. Se esfuerzan por provocar hechos de violencia y por deteriorar la
imagen de seguridad del país. No apoyan los megaproyectos de desarrollo,
especialmente el canal interoceánico. La ayuda solidaria venezolana les causa
escozor. Y no duermen tranquilos porque a pesar de su campaña mediática
permanente no logran ganar puntos en las encuestas. Sus posibilidades de
triunfo en el próximo ciclo de elecciones, que comienza en 2016, son
técnicamente nulas.
Por otra
parte, los gobiernos de derecha del vecino Costa Rica han causado algunas
tensiones fronterizas, afectando el ecosistema del nicaragüense Río San Juan,
para generar inestabilidad regional, que no han pasado más. Y Colombia,
haciendo gala de su poder militar naval se niega a reconocer el fallo de la
Corte Internacional de Justicia, que restituyó a Nicaragua 92 mil kilómetros
cuadrados en el mar Caribe. No puede negarse el interés del narcotráfico colombiano
en este asunto. Colombia actúa así por tener en su territorio a casi 20 mil
soldados del ejército estadounidense, desconociendo el derecho internacional
como instrumento para resolver pacíficamente las diferencias.
He aquí pues,
la contrarrevolución latinoamericana del siglo XXI made in Estados
Unidos y Europa. La burguesía y sus políticos no cesarán en su lucha de clases
por recuperar la presidencia en cada uno de los países mencionados.
Managua,
Nicaragua, 10 de octubre de 2015.
Escritos
de Lenin Fisher: reflexiones sobre la vida e historia de Nicaragua.
leninfisherblogspot.com