Roberto Alvarado: asesinado y desaparecido
por la Guardia Nacional
Lenin
Fisher
Conocí
a Roberto Alvarado, siendo yo un niño de ocho años, cuando tres de mis hermanos
y yo vivimos en la casa de su padre, don Antonio (Toño) Alvarado, situada
enfrente del costado sur de la iglesia San Francisco, en el barrio el Sagrario,
del centro histórico de la ciudad colonial de León.
Miré
a Roberto algunas veces. Era un muchacho alto, delgado, tez blanca y pelo
negro. Don Toño Alvarado era casado
con doña María Lidia Calderwood y los hermanos de Roberto eran Marling,
Malcolm, José (Pepe) y Antonio (q.e.p.d.). Don Toño tenía un taller de embobinado eléctrico de motores de
vehículos o maquinaria, que daba empleo a varios trabajadores; taller que tenía
mucha demanda, en el contexto de la producción algodonera de León; y que le
permitía a su familia tener un nivel de vida de clase media.
Su
padre y hermanos lo dieron por desaparecido después de la guerra de septiembre
de 1978, en la cual el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) hizo el
primer intento insurreccional para derrocar a la dictadura de la familia
Somoza, por la vía armada. Nunca supieron nada acerca de Roberto y creo que se
fueron a El Salvador, al inicio de la década de 1980, asumiendo que era un desaparecido,
sin más información.
En
la audición del día viernes 12 de julio de 2019 del programa Sin fronteras, el
periodista y analista político, William Grigsby Vado señaló que Roberto
Alvarado, de 23 años de edad, estudiante de cuarto año de medicina, fue
capturado, torturado, asesinado, quemado y desaparecido por la Guardia Nacional
(GN), en la ciudad de Chinandega, el 11 y 12 de septiembre de 1978, junto a
otros cuatro jóvenes: Róger Madriz López, de 27 años; Ofilio Durón, de 17 años;
y los hermanos Antonio Castillo Venerio, de 23 años, y Juan Castillo Venerio,
de 20 años (estudiante de primer año de medicina).
Los
jóvenes asesinados, que participaban en la insurrección, dormían en la casa de
Marcelina Castillo, hermana de dos de ellos, cuando fueron capturados por la
GN, después que vecinos obligados a quitar barricadas situadas a tres cuadras
del cuartel de la GN, dijeran que en esa casa estaban las personas que tenían
armas.
Los
mártires fueron capturados y llevados al comando departamental de la guardia
somocista, donde los colgaron de los pies y les hirieron las cuatro
extremidades con bayonetas para que se desangraran; pero después les aplicaron
la ley fuga: el reo recibe la orden de correr y los victimarios disparan, agarrando
puntería, como en un ejercicio de tiro al blanco, a tan solo media cuadra del
cuartel.
Sus
cadáveres fueron dejados en la calle, a la intemperie, durante diez días y el
primer identificado fue Róger Madriz López. Antonio Castillo Venerio fue
castrado, seguramente porque al ser capturados e interrogados era quien
respondía a los guardias de manera firme y repetida. La GN decidió quemar los
cuerpos y las cenizas fueron levantadas con una pala mecánica para ser
desaparecidas.
Blas
Real Espinal, quien dirigió la insurrección en la ciudad de Chinandega, en
septiembre de 1978 y fue asesinado algunas semanas después, había dado la orden
de retirada el día 11; pero no todos los rebeldes hicieron caso. De alguna
manera se confiaron demasiado.
Ahora
sabemos que Roberto Alvarado fue un combatiente sandinista que participó en la
insurrección de septiembre de 1978, en Chinandega, y que fue asesinado y
desaparecido por la guardia somocista, junto a los otros combatientes
mencionados.
Entre
los agradables recuerdos que tenemos de la familia Alvarado-Calderwood, en la
ciudad de León, podemos decir, entre otros, los siguientes: dos de mis hermanos
pasaron la insurrección de septiembre del 78 junto a ellos (unos días en León y
otros en La Paz Centro). Don Toño nos mandaba a comprar golosinas al
Parque Central o a la Casa Prío, cuando quería ver las peleas de boxeo de Alí o
Alexis Argüello. Con el periódico La
Prensa (la de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, no basada en fake-news, como ahora), que don Toño compraba, nosotros nos informábamos.
En esa casa vivíamos cuando el FSLN lanzó la campaña militar Octubre
victorioso, en 1977. Y doña Lidia me inscribió en el curso de catequesis para
la primera comunión, en la iglesia San Francisco.
Con
Pepe, uno de los hermanos de Roberto Alvarado, aprendimos a jugar baseball de
mesa, con un par de dados (el cual es un juego muy emocionante, que suelta la
imaginación y la narrativa del partido). Además, jugábamos baseball, bajo el
sol incandescente de León, en el predio vacío del famoso “Instituto” (ocupado
hoy por el hotel El Convento), donde mi hermano Yader Chavarría, que cayó
también en la lucha por la liberación nacional el 14 de enero de 1979,
conectaba tremendos batazos. Y finalmente, con Pepe, conocimos y nos gustó para siempre, la música rock de grupos
tales como Kiss, Queen, Pink Floyd, Black Sabbath, Grand Funk y Alice Cooper de los cuales era fanático. Así que, la
diversión y la recreación que experimentamos sanamente a través del baseball
con dados y la música rock, siendo adolescentes y jóvenes, se lo debemos a Pepe Alvarado.
He
escrito este pequeño ensayo porque a mis hermanos y a mí nos ha impresionado mucho
saber de la trágica suerte de Roberto Alvarado, 41 años después de ocurridos
los hechos, lo cual confirma la importante labor del programa radial Sin
fronteras y William Grigsby, su director, rescatando la memoria histórica del
pueblo nicaragüense en general y de los sandinistas en particular.
Honor
y gloria para Roberto Alvarado, héroe y mártir sandinista, asesinado y
desaparecido, por la guardia somocista, junto a cuatro de sus camaradas, el 12
de septiembre de 1978, en Chinandega.
Managua, Nicaragua, 21 de
julio de 2019
Escritos de Lenin Fisher:
reflexiones sobre la vida e historia de Nicaragua.
leninfisherblogspot.com