División del FSLN: tradición versus
innovación
Lenin Fisher
La historia del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) tiene
entre sus hechos históricos el surgimiento de la tendencia Insurreccional, más
conocida como Tercerista.
Tal surgimiento es un hecho histórico en sí mismo porque resultó de gran
importancia, de innegable relevancia y digno de recordarse. El Tercerismo fue
la tesis de la insurrección popular en las ciudades, con amplias alianzas a
nivel nacional e internacional, para derrotar a la Guardia Nacional y al
somocismo, e iniciar la transformación revolucionaria de Nicaragua.
La tendencia Insurreccional fue una ruptura de paradigma, como diríamos
hoy. Fue la contraposición de la tradición y la innovación. En la realidad, las
nuevas ideas, tácticas y prácticas negaron a las viejas; aunque la estrategia,
el gran objetivo, era el mismo. La experiencia dialéctica de una organización
político-militar, donde lo nuevo negaba a lo viejo (ley de la negación de la
negación, tomando lo mejor de lo viejo), dando grandes saltos cuantitativos y
cualitativos (insurrección urbana, masiva, con más y mejores armas, más
recursos, más apoyo nacional y extranjero), y manteniendo la unidad y lucha de
contrarios (de las tres tendencias), bajo la hegemonía de los Terceristas.
De acuerdo a Ortega (2004), la constitución de la tendencia
Insurreccional, como grupo autónomo e integrante del FSLN ocurrió en junio de
1976, en una troje (donde se guarda el maíz), en la comunidad campesina de el Coyolar,
San Caralampio, en las cercanías del volcán Mombacho, en el departamento de
Granada, cuando se reunieron Eduardo Contreras, Daniel Ortega, Germán Pomares,
Camilo Ortega, Leticia Herrera y Humberto Ortega.
Las contradicciones por liderazgo y conducción ya existían entre lo que
serían las tendencias Guerra Popular Prolongada (GPP) y Proletarios. Además,
dichas contradicciones sucedían entre los sandinistas ubicados en las ciudades
y la montaña, así como entre los que estaban en Nicaragua y los que se
encontraban en otros países.
La fundación de la tendencia Insurreccional ocurre cuando Carlos
Fonseca, fundador del FSLN, miembro de la Dirección Nacional y Secretario
General ya está en la montaña, a la cual entró desde marzo de 1976, buscando
reunirse con los principales jefes guerrilleros de lo que sería la GPP, para
unificarlos alrededor de su liderazgo, mando y conducción. Una reunión que
jamás se realizó y que Ortega (2017) la llama “…de su prioritaria importancia”. Fonseca había ingresado a
Nicaragua, cruzando el río Guasaule, el 6 de noviembre de 1975, cuando existían
tres fracciones del FSLN conformadas por: 1) Fonseca, Arauz, Borge, Ruiz y
Agüero; 2) Huembes, Wheelock, Núñez y Carrión; y 3) Contreras, Humberto Ortega
y Daniel Ortega.
En México, después de salir de Cuba, a mediados de 1975, coinciden
Carlos Fonseca, Daniel Ortega, Eduardo Contreras y Humberto Ortega. Fonseca
acordó esperar a Contreras para reunirse con él y abordar distintos temas de
discusión y de toma de decisiones, después que Contreras regresara de reunirse
con el general Omar Torrijos, en Panamá; reunión en la cual, Contreras entregó
a Torrijos la bandera de Nicaragua que el comando Juan José Quezada utilizó en
el operativo exitoso del 27 de diciembre de 1974, según Ortega (2004).
Operativo en que lo único criticable de Eduardo Contreras es que no
impuso su opinión y decisión militar para que en la lista de prisioneros
liberados fuese incluido Leopoldo Rivas Alfaro. Su decisión debió haber estado
por encima de lo que pensaban Pedro Arauz y José Benito Escobar. Lo prioritario
era liberar a todos los compañeros presos, sin castigar a ninguno con más
tiempo en la cárcel, lo que en ningún sentido era una sanción revolucionaria.
Todo desacuerdo o contradicción con cualquiera de los prisioneros debía
discutirse, una vez liberados y puestos a salvo, en el extranjero. Cualquier
falta, falla o error y su respectiva corrección o sanción debía hacerse fuera
de las ergástulas somocistas.
Sin embargo, Fonseca no esperó que Contreras regresara a México
procedente de Panamá, para reunirse con él y los hermanos Ortega, sino que
ordenó que a Contreras se le organizara el viaje hacia Nicaragua por la vía
México-Honduras. Fonseca no esperó a Contreras porque recibió un informe
privado de críticas fuertes que hacía Pedro Arauz en contra de Eduardo
Contreras. En pocas palabras, Fonseca mandó a Contreras a Nicaragua, de acuerdo
a Ortega (2017).
Probablemente, esa decisión de Fonseca fue un error estratégico porque
Contreras había establecido, prácticamente, el primer contacto relevante con un
potencial aliado en Centroamérica, para derrocar a la dictadura somocista; un
contacto que resultó clave para la victoria sandinista, nada más y nada menos
que el general Torrijos, quien apoyó materialmente la lucha sandinista y fue
como una bisagra estratégica para unir el apoyo de los gobiernos de Venezuela,
Cuba y Costa Rica. No obstante, Fonseca dio más importancia a las duras
críticas para Contreras. Esa decisión probablemente retrasó, en alguna medida,
entre dos y tres años, la alianza regional-internacional que promovió
exitosamente el tercerismo.
Las contradicciones entre Fonseca y Contreras fueron más evidentes en
los primeros días de enero de 1975, porque según Suárez (2019), tres días
después de que los combatientes del comando Juan José Quezada y los prisioneros
liberados llegan a Cuba, se organiza una conferencia de prensa, en el hospital
Cira García, en la que los voceros por los prisioneros son José Benito Escobar
y Jacinto Suárez Espinoza, y por los miembros del comando el vocero es Eduardo
Contreras Escobar. Carlos Fonseca es desplazado y no aparece en la conferencia
de prensa. Y relata Suárez: “Se da un
incidente poco conocido porque Contreras hace todo lo posible para que Carlos
[Fonseca] no apareciera en la entrevista, Carlos [Fonseca] acepta. Son parte de
las contradicciones que se daban allí.”
En múltiples ocasiones se ha señalado sobre el error cometido por el
propio Fonseca y sus compañeros de decidir y permitirle regresar a Nicaragua,
enmontañarse cuando tenía 40 años de edad, no en las mejores condiciones
físicas y con dificultades marcadas por la miopía de sus ojos (Baltodano, 2011).
Fonseca decidió no esperar a Contreras, ni reunirse con Contreras y los
hermanos Ortega Saavedra, sino que optó por viajar a Nicaragua, entenderse
personalmente con Pedro Arauz Palacios y subir a la montaña. El aislamiento de
las escuadras guerrilleras, las dificultades de la marcha en la montaña, la
mala comunicación, la persecución y ataque de la Guardia Nacional, la
información brindada por un desertor capturado por el enemigo, haber
seleccionado a un guía o baqueano inexperto y no al mejor de todos, entre
otros, son factores que contribuyeron a la muerte de Fonseca.
Recientemente, el periodista William Grigsby señaló, en su programa Sin
fronteras, de radio la Primerísima, que algún día pagarán los culpables de la
muerte de Fonseca. Tal calificativo puede ser muy amplio porque incluiría a los
que exigieron su presencia en Nicaragua, a los que directa o indirectamente lo
llevaron a enmontañarse, a los que no salieron a su encuentro desde la
profundidad de la montaña ni acortaron las distancias, a los que no fueron
capaces en 1976 de superar las diferencias intra-tendencias e inter-tendencias.
Aunque Fonseca también era un mortal tuvo posibilidades reales de ver triunfar
a la Revolución Sandinista y dirigirla. No obstante, él mismo disminuyó al
máximo tales probabilidades.
La idea central de la reunión que el grupo Contreras-Ortegas quería
manifestarle a Carlos Fonseca es que él debía permanecer en México, Honduras o
Costa Rica dirigiendo y coordinando la lucha sandinista, de manera general. Además,
que la reunión de los miembros de la Dirección Nacional, que se dirigían a
Nicaragua, podía ser en cualquier de los tres países arriba mencionados. El
núcleo Contreras-Ortegas estaba claro de la importancia de que Fonseca permaneciera
fuera del país, basados en el ejemplo de Ho Chi Minh y de Lenin, quienes
pasaron dirigiendo la lucha revolucionaria y victoriosa de sus pueblos, desde
el extranjero, 30 y 17 años, respectivamente. De tal manera que eran los
dirigentes de los otros fragmentos o futuras tendencias los que exigían la
permanencia de Fonseca en Nicaragua.
La reunión de Fonseca y el núcleo Contreras-Ortegas no sucedió en el
extranjero porque Fonseca no quiso. Y la reunión de Fonseca y los jefes
guerrilleros en la montaña no sucedió porque la mítica guerrilla, en realidad
era de pequeños grupos mal armados, con escasas armas y municiones, mal
alimentados, aislados de la ciudad y aislados entre sí. Además, la guerrilla estaba
en un proceso de derrota estratégica ante la Guardia Nacional y el modelo del
foco guerrillero con apoyo logístico desde las ciudades era sencillamente insostenible.
Fonseca, un hombre excepcional y brillante, también cometió errores, como todo
ser humano. Sus decisiones principales, entre 1975 y 1976, no fueron acertadas.
Crisis que se acentúa con la muerte en combate de Fonseca, el 8 de noviembre de
1976, un año después de ingresar al país.
La muerte de Fonseca es la cereza del pastel en la larga cadena de
derrotas militares que el FSLN sufrió ante la Guardia Nacional. Ocurre cuando
la tendencia Insurreccional tiene cinco meses de trabajo organizativo en
Nicaragua y Costa Rica, buscando como formar sus propias estructuras internas y
una retaguardia en nuestro vecino del sur. En otras palabras, es errónea la
idea de que el Tercerismo apareció de repente, sin trabajo organizativo, sin
estructuras (aprovechándose de las que ya tenían las otras tendencias), y con
muchas armas y dinero.
No por casualidad en testimonios recabados por Fisher (2017 y 2020) se
señala que Eduardo Contreras y Daniel Ortega visitaron la ciudad de León, en
1975, planteando a combatientes históricos como Francisco Jarquín Ramírez e
Iván García Abarca, que había que cambiar el método de lucha. En otras
palabras, llevar la lucha armada a las ciudades, donde se concentraba gran
cantidad de población y la infraestructura y la propia gente serían los medios
para que los guerrilleros urbanos se ocultasen.
Desde ese tiempo quienes serían los fundadores de la tendencia
Tercerista avizoraban que esa era la forma más práctica de alcanzar la insurrección
popular de las masas, porque de lo contrario, los guerrilleros en la montaña
morirían poco a poco, uno por uno, por las balas enemigas o de hambre,
desarticulados, aislados, perdidos o envejecidos comiendo carne de mono. De
acuerdo a Suárez (2015), en julio de 1978, Henry Ruiz se reunió con Fidel
Castro, después de lo cual Ruiz “…salió
muy disgustado porque Fidel le preguntó por qué la guerrilla no combatía y [además
le dijo] que con los años que él tenía en la montaña se podía hacer toda una
guerra.”
Ortega (2017) señala que el periodo victorias militares de la dictadura
somocista sobre el FSLN va de 1964 a 1976, es decir, un lapso de 12 años. Pero
el período es más largo porque debe incluir el año 1963, cuando la guerrilla de
Raití-Bocay fue también derrotada.
Y aunque a partir de la ofensiva Tercerista de octubre de 1977, a tan
solo 11 meses de la muerte de Fonseca, la guerrilla sandinista semi-rural, urbana
e invasionista a través de las fronteras terrestres, hace presencia, con
ataques resonantes, no se logran victorias militares estratégicamente
importantes. No debe olvidarse que para octubre de 1977 la dictadura somocista
cree haber derrotado al sandinismo, porque mató a su principal jefe, destruyó y
tomó el principal campamento de la guerrilla en la montaña, en diciembre de
1976, causando importantes bajas y la desarticulación casi total de las
pequeñas escuadras, las cuales iban rumbo a la extinción, y además, tiene como
prisioneros a una gran cantidad de militantes sandinistas
De igual forma sucedió en 1978, con el levantamiento de Monimbó en
febrero, la insurrección de Matagalpa en agosto y la insurrección de septiembre
(en Chinandega, León, Estelí y Masaya). Aunque todas esas batallas
contribuyeron a preparar al FSLN y el pueblo para la ofensiva final triunfante
de 1979, cuando la primera victoria militar realmente importante sobre la
Guardia Nacional se logra en la ciudad de León, la mañana del 20 de junio, en
el preciso momento en que el FSLN se toma el cuartel departamental.
Fonseca sabía que el desenlace final para que triunfara la revolución
era la insurrección del pueblo nicaragüense. Eso había sucedido en otras
revoluciones. La insurrección como desenlace era verdad de Perogrullo. El punto
era como lograr que el pueblo se insurreccionara. La clave entonces era la
táctica y el método, porque la estrategia estaba clara. Entonces, lo que la
tendencia Insurreccional hizo fue pasar de la teoría a la táctica y de la táctica a la práctica, bajo el liderazgo del núcleo Contreras-Ortegas.
Otro aspecto importante es que el núcleo fundador de la tendencia
Insurreccional desde el inicio impulsó la mediación con los dirigentes de lo
que serían las otras dos tendencias. Contactaron al grupo dirigido por Arauz y
Arce, así como al encabezado por Huembes y Wheelock. Quisieron mediar entre
ellos para que se entendieran; pero no fue posible que cedieran en sus
posiciones. Se hizo esfuerzos para presentarles las nuevas ideas y tácticas;
pero no las aceptaron o no asistieron a las reuniones, como le sucedió a
Contreras el día de su muerte en desigual combate, en Managua (Fisher, 2017 y
2020), pocas horas antes de que muriera Fonseca, en Boca de Piedra, Zinica,
departamento de Zelaya, ahora Zelaya Central.
Los grupos que serían llamados GPP y Proletarios (estos últimos eran conocidos
internamente como los Replegados) no quisieron entenderse, negociar o
reconciliarse (como diríamos en estos tiempos) en el primer semestre de 1976.
No aceptaron la mediación ni las ideas propuestas que les hicieron los
fundadores de la tendencia Insurreccional. Sin olvidar que el propio Fonseca había
hecho caso omiso a las ideas y propuestas del núcleo Contreras-Ortegas.
Asimismo, no puede obviarse que existían contradicciones por el liderazgo y la
conducción dentro de la fracción GPP y que los Replegados-Proletarios pensaban
separarse del FSLN para formar un partido marxista, de acuerdo a Ortega (2004 y
2017).
Fonseca pensaba, primero, unificar a los jefes de la guerrilla en la montaña bajo su liderazgo y guía. Segundo, buscaría solucionar las contradicciones en la Dirección Nacional, sobre todo con Eduardo Contreras y la fracción Huembes-Wheelock, a la cual intentaría reintegrar. Y tercero, esperaba iniciar una ofensiva militar en enero de 1977, a partir de la mítica guerrilla enmontañada, que arrebataría la iniciativa a la Guardia Nacional y que permitiría que la guerrilla de las estepas verdes se independizara del abastecimiento que las ciudades le proporcionaban, en todos los órdenes. Pero objetivamente hablando, la guerrilla de la montaña no estaba en condiciones de iniciar ninguna ofensiva (sin armas de guerra y municiones adecuadas).
En efecto, el propio Fonseca, el jefe de la revolución, portaba una escopeta calibre 12, una pistola Browning calibre 9mm., con cargador de 14 balas y una granada de fragmentación, al momento de morir heroicamente. Mientras que en el Chaparral, 1959, portaba un arma superior: una carabina San Cristóbal, calibre 7.62mm (de fabricación dominicana, también llamada Király-Cristóbal), como la que utilizó el Che Guevara durante la guerra para derrocar a Batista; y en Pancasán, 1967, un fusil Garand M-1, calibre 7.62mm. En otras palabras, hasta para el propio Fonseca la calidad de las armas disminuyó al pasar de 17 años de lucha. Además, de noviembre de 1976 a enero de 1977 son dos meses de diferencia, o sea, muy poco tiempo para preparar una ofensiva, sin agregar la falta de unidad.
Todos los elementos anteriores apuntan a que Fonseca creyó, hasta sus
últimos días, en que la teoría del foco guerrillero podía aplicarse de manera
exitosa en Nicaragua. No por casualidad los mandos principales de lo que sería
la tendencia GPP sostenían, aún en el periodo 1977-1979, que las bases
existentes en las ciudades podían seguir manteniendo a una debilitada guerrilla,
en peligro de extinción, que la montaña era el eje central, el teatro militar
principal, por lo que había que priorizarla, acumulando y preservando las fuerzas,
en silencio y defensa pasiva, sin combatir, porque la lucha era prolongada. La
ciudad ya no podía sostener a la montaña, como decían en aquellos años difíciles
(Ortega, 2004 y 2017).
Sandino dijo que la única manera de ser héroe era muriendo. Seguramente,
Fonseca un profundo estudioso de Sandino, también pensaba así. Jorge Eduardo
Arellano ha dicho de Sandino que poseía un sentido claro de auto-inmolación,
que posiblemente tenía Fonseca. Aunque sabemos que un revolucionario de su
estatura estaba dispuesto a morir y que el tiempo de vida promedio para los
sandinistas en la clandestinidad, dentro del país, era de seis meses.
Probablemente, Fonseca quería arriesgarlo todo para lograr la unidad de
lo que después sería la GPP y después abordar la unidad con las otras dos
facciones. Y si había una forma heroica de morir, era mejor morir combatiendo
como el Che Guevara, en la montaña, como un guerrillero revolucionario. En la
montaña enterraremos el corazón del enemigo, decía la consigna de la tendencia
GPP, que según se deduce en Ortega (2004), la acuñó Carlos Agüero Echeverría;
pero desafortunadamente en la montaña se enterraron los corazones de valiosos revolucionarios,
entre ellos Fonseca y Agüero.
Suárez (2015) y Ortega (2017) coinciden en que hubo cuadros relevantes
de la GPP como José Benito Escobar que se pasó a la tendencia Insurreccional
(la innovación) y después regresó a la GPP (la tradición). Además señala Ortega
(2004) que las tendencias GPP y Proletarios calificaron a la insurrección de
septiembre de 1978 como un acto de escandalosa irresponsabilidad política que
alejaba el triunfo y erosionaba a las masas.
¿No hubiese sido mejor que Fonseca aceptara la propuesta del núcleo
Contreras-Ortegas, de permanecer en el exterior dirigiendo la lucha, y que
hiciera su primera reunión en el extranjero? Es cierto que lo que pasó, pasó;
pero el pasado deja muchas enseñanzas. Fonseca tenía una gran responsabilidad,
estaba sometido a mucha presión. Puede decirse que vivió en estrés permanente y
más aún durante el último año de su vida. Estos son factores que a los seres
humanos no les permiten tomar las mejores decisiones.
No se trata de restar o quitar méritos a Fonseca, en cuanto a su histórico
papel en la sociedad nicaragüense, el sandinismo y la revolución. Sin embargo,
no deja de inquietar la pregunta de por qué tantos jóvenes universitarios
brillantes y líderes destacados de los primeros seis o siete años de la década
de 1970, no fueron capaces de vislumbrar que el foco guerrillero en Nicaragua
no estaba dando los resultados que la teoría y la práctica en otros países
enseñaban. Probablemente, la muerte de Fonseca, Contreras y Huembes con pocas
horas de diferencia, hizo reflexionar a algunos. Lo que sí es seguro, que tales
golpes, casi simultáneos, fortalecieron la decisión de la tendencia
Insurreccional.
En conclusión, en la victoriosa lucha sandinista fue determinante la innovación del Tercerismo. La ruptura del paradigma del foco guerrillero en la montaña fue indispensable. El tiempo le dio la razón a la tendencia Insurreccional y sus fundadores desde 1976 demostraron mejor comprensión de la realidad, mayor madurez y más capacidad de negociación política, tres cualidades con las cuales ha perseverado Daniel Ortega Saavedra, en los más diversos escenarios. Todo ocurrió como parte del inevitable desarrollo dialéctico del FSLN, como debe ser en una organización político-militar revolucionaria, hoy un partido político revolucionario, como parte de su evolución histórica.
Managua, Nicaragua, 5 y 6 de abril de 2021
Escritos de Lenin Fisher:
reflexiones sobre la vida e historia de Nicaragua.
Referencias
Fisher, L. (2017). La toma del búnker de Somoza: 19 de julio de 1979. 2da. ed. León, Nicaragua. Universitaria.
Fisher, L. (2020). La toma del búnker de Somoza: 19 de julio de
1979. 3era. ed. León, Nicaragua. Universitaria.
Ortega
Saavedra, H. (2004). La epopeya de la insurrección. Managua, Nicaragua. Lea.
Ortega
Saavedra, H. (2017). La epopeya de la insurrección. 3era. ed. Managua, Nicaragua. Lea.
Suárez
Espinoza, J. (2015). En el mes más crudo de la siembra: memorias de Jacinto
Suárez Espinoza. Managua, Nicaragua. Asamblea Nacional.
Suárez
Espinoza, J. (2019). En el mes más crudo de la siembra: memorias. Managua, Nicaragua. Asamblea
Nacional.