Darío y Zeledón: el final de Nicaragua
Lenin Fisher
¿Qué escribió Rubén Darío sobre la gesta heroica de Benjamín Zeledón? pregunté al dariano y dariísta Jorge Eduardo Arellano, en el I Simposio Internacional “Rubén Darío en el Siglo XXI”, realizado en León, en enero de 2003. La respuesta fue que Darío no fue indiferente a la tragedia de Nicaragua en 1912 y que escribió un ensayo titulado “El fin de Nicaragua” en el cual abordaba de manera directa e indirecta el trágico período.
El ensayo es parte de los escritos sociopolíticos recopilados por Arellano en 1980. Darío era un hombre de ideal, familia y ciudad liberales, en el sentido genuino. El liberalismo era el ideario más avanzado; y Rubén era hombre de su tiempo, que dejó testimonio de su antimperialismo. Era partidario del lema Libertè, Egalitè, Fraternitè…et Adulterè.
Señala Darío en su ensayo: “Y llegó Walker… y hasta algún cura le celebró en un sermón, con citas bíblicas y todo, en la parroquia.” Según Rubén, los nicaragüenses echaban de menos al gobierno de Zelaya como los mexicanos a Porfirio Díaz. Además, dice que “… en esa misma ciudad de Granada…se formó una agrupación yanquista, que envió a Washington actas en que se pedía la anexión, que paseó por las calles entre músicas y vítores el pabellón de las bandas y estrellas…para manifestar las ansias del yugo washingtoniano, el masochismo del big stick, el deseo del puntapié de la bota de New York…” Y sigue: “Hombres de cierto influjo, como los Arellanos, de Granada, habían fomentado los designios del grupo anexionista.” Cita viejas coplas populares: “La pobre doña Sabina…” y “Por allá vienen los yanques…” Y hace énfasis en que no se decía yanquis, sino “yanques.” Darío no mencionó directamente el nombre de Zeledón Rodríguez ni le otorgó ningún mérito especial. Podemos inferir que se refiere al héroe indirectamente cuando escribió, recordando el dolor familiar, lo siguiente: “...Vuelven a verse…matanzas como aquella en que fue arrastrado a la cola de un caballo el cuerpo de mi tío abuelo “el indio Darío”.”
Para algunos, Zeledón cayó acribillado por una caballería enemiga que le exigió rendirse; otros dicen que fue herido, capturado y fusilado poco después, por tropas conservadoras, siendo prisionero de guerra. Se cuenta también que su cadáver fue llevado en carreta y luego amarrado a un caballo, siendo arrastrado y exhibido por las calles y caminos entre Catarina y Niquinohomo. El héroe, arrastrado por la bestia, fue visto, en su pueblo natal, por un joven de 17 años, Augusto Calderón Sandino. “El indio Darío” y Benjamín Francisco tuvieron en común el último castigo.
Cinco años antes de la caída en combate en el Coyotepe, Zeledón había sido síndico municipal de Managua y tuvo la iniciativa, de que la capital le rindiera un homenaje a Rubén Darío, en ocasión de su visita triunfal a Nicaragua. Después, Zeledón se ganó el rango de coronel en la batalla de Namasigüe contra las tropas hondureñas y salvadoreñas, en noviembre de 1907.
Juan José Estrada traicionó a José Santos Zelaya, en octubre de 1909, con la revuelta financiada por Thomas Moffat, cónsul de EE.UU., en Bluefields (Zeledón, de profesión abogado, era embajador en Guatemala). Darío, embajador en España, apuntó: “…compañías como la United Fruit no escatimaban los dólares para la sangrienta fiesta de la muerte de que tan buen provecho se proponían sacar…” Más adelante describe el detonante: “…Zelaya hizo bien en mandar ejecutar –después de juzgar militarmente, se entiende- a dos yanquis que fueron tomados en momentos en que ponían minas para hacer volar dos barcos llenos de soldados del gobierno, allá en la costa norte, que era el punto de la insurrección. Mas esa doble ejecución le costó la presidencia y le valió el destierro.” No está de más recordar que, durante la Revolución Sandinista se le perdonó la vida al piloto gringo, derribado, Eugenio Hasenfus, quien fue entregado vivo. Leroy Cannon y Leonard Gross no tuvieron la misma suerte con Zelaya.
Para Darío, el apoyo y simpatía que el presidente mexicano Díaz demostraba a Zelaya fue causa para que EE.UU., respaldara la rebelión de Madero. “…y Porfirio Díaz también cayó, al soplar el vendaval del lado del norte.” Después que Zelaya renunció el 17 de diciembre de 1909, por efecto de la amenazante nota Knox del gobierno de William Howard Taft (1909-1913), el Dr. José Madriz asumió la presidencia (Zeledón es ministro de guerra); pero “desembarcaron tropas yanquis que apoyaron a Estrada, Chamorro y demás sublevados.” Al caer Madriz, en agosto de 1910, Zeledón se exilió en México. Rubén describió: “el partido conservador…renació, pero para cometer peores cosas que aquellas de que acusaban al gobierno liberal. Se tomó todo lo que se pudo del tesoro exhausto, se ordenó pagar enormes sumas a los prohombres conservadores. Y el país miserable, arruinado, hambriento, con el cambio al dos mil, veía llegada su última hora.” Recordemos las escandalosas indemnizaciones de dudosos confiscados, pagadas en muchos casos, más de una vez, desde 1990.
“Los yanquis ofrecieron dinero; y enviaron una comisión para encargarse del cobro de los impuestos de aduana, después de la llegada de cierto famoso Mr. Dawson,…Y se iba a realizar la venta del país, con un ruinoso empréstito…Mas de hecho, el imperio norteamericano se extendía sobre el territorio nicaragüense, y la pérdida implícita de la soberanía era una triste realidad aunque no hubiese ninguna clara declaración al respecto.”
Eran los días de los Pactos Dawson, la Diplomacia del Dólar, el oneroso Tratado Castrillo-Knox rechazado tres veces por el Congreso de EE.UU.; cuando Nicaragua era llamada República Brown y Seligman (propiedad de los bancos de New York, dueños del 51% de las acciones del Banco Nacional de Nicaragua).
Darío describió a algunos personajes de la política; “hombre civil” dijo de Adolfo Díaz -contador jefe de las minas gringas-, quien en mayo de 1911 como vicepresidente conservador recibió el poder del renunciante Estrada y pidió la intervención yanqui concretada el 4 de agosto de 1912 con más de 3000 soldados. Al general Luis Mena, ministro de guerra de Díaz, le llamó “rústico y tremendo” “hombre de machete y popular boga en los departamentos de Oriente.” Mena quería ser presidente, pero no estaba ligado a los grandes capitales (los “chamorristas” lo rechazaban). En julio de 1912 inicia “La Guerra de Mena” en alianza con liberales como Zeledón –quien era el “zelayista” más relevante y prestigioso.
Mena, por quien quizá se originó la expresión popular ¡Esta dijo Mena! acompañada de la guatusa respectiva (el pulgar entre el índice y el medio, que al igual que el anular y el meñique están flexionados) se rindió en Granada, el 25 de septiembre, sin disparar un tiro y sin avisarle a Zeledón, ni ayudarle a éste con armas o municiones. Al general Emiliano Chamorro, Rubén lo calificó de “simpático en la capital”; Chamorro, que desde el 12 de septiembre había autorizado el fusilamiento de Zeledón, exonerando de responsabilidad a los yanquis; Chamorro, que según Chuno Blandón, en “Entre Sandino y Fonseca” se coludió con Arthur Bliss Lane, Anastasio Somoza García, José María Moncada, Gustavo Abaunza Torrealba, Carlos Pasos Montiel, Bartolomé Víquez y Carlos Cuadra Pasos para asesinar a Sandino 22 años después. A Estrada, Darío lo llamó traidor y alejado “…el hombre del primer golpe, después venido a menos y que partió a Norte América…”
Darío y Zeledón perdieron sus cargos al caer Zelaya y Madriz. Darío viajó por España, Francia, México y Cuba a lo largo de la crisis. Zeledón cumplía 33 años cuando cayó combatiendo -a los búfalos de dientes de plata y calibanes-, como un cachorro suelto del león español, el 4-10-1912, después de escribir cartas patrióticas. Darío tenía 45 abriles cuando se publicó “El fin de Nicaragua” en el diario La Nación , de Buenos Aires, Argentina, el 28-9-1912. El cambio de calendario explicaría las fechas no coincidentes.