Mandando desde abajo
Lenin Fisher
El Estado que yo encontré es un Estado que no permite gobernar…
totalmente burocrático…donde el burócrata se atrinchera.
Yo necesito un Estado que me dé respuestas rápidas.
Presidente Hugo Chávez
Antonio Teatino Santana, periodista, director del noticiero ¿Qué pasa? transmitido por Radio Sandino, frecuentemente denuncia, antes de las seis de la mañana, a funcionarios públicos de diferentes instituciones que actúan de manera deficiente, lenta, burocrática y dando maltrato a la población.
Santana califica a tales empleados del Estado como somocistas o liberales que permanecen dentro de la planilla gubernamental y que con sus actos pretenden sabotear de alguna forma al gobierno sandinista actual. Una mala atención o una decisión equivocada que afecte al ciudadano común potencialmente puede representar, a la larga, un voto menos, en estos tiempos en que el voto electoral es la medida de todas las cosas. Funcionarios adoradores del mamut del Estado burocrático.
Cuando el FSLN asumió el poder en enero de 2007 planteó que no ejecutaría despidos masivos al estilo de los gobiernos neoliberales, que en sus primeros años empezaron a condenar al desempleo a más de 70 mil nicaragüenses y provocaron después que un millón de personas emigraran para poder trabajar. En realidad, no ha habido una política de despidos masivos durante la administración Ortega Saavedra-Morales Carazo.
La mayoría de los cargos públicos de confianza sí han sido asumidos por sandinistas, lo cual es normal en cualquier país democrático del mundo. Es obvio que los funcionarios principales en los diferentes niveles deben estar en sintonía con la línea política del gobierno para que este último pueda cumplir sus objetivos. Sin embargo, hay una buena cantidad de cargos de confianza que no están bajo la responsabilidad de verdaderos revolucionarios sandinistas, sino que por el contrario, están siendo ocupados por liberales. Algunos dicen que los liberales o antisandinistas con cargos cumplen mejor su tarea que los sandinistas porque tienen miedo de perder su puesto que generalmente es bien remunerado. Injustificable justificación por floja y absurda. ¿Acaso no hay suficientes cuadros sandinistas, capaces y confiables, para asumir responsabilidades?
Funcionarios de derecha, identificados con los partidos liberales y el neoliberalismo, se enmascaran, nadan a favor de la corriente y hasta pudieron haber pedido y recibido el carnet de militante del FSLN en la jornada del trigésimo aniversario de la Revolución (no por mucha cantidad lograrás mucha calidad). Estos taimados burócratas constituyen el conglomerado nada despreciable de los neosandinistas o pseudosandinistas, que ven en los sandinistas de verdad, capaces y eficientes, a un potencial competidor por el puesto público.
Y desde sus puestos de dirección los enmascarados liberales son capaces de perseguir a verdaderos sandinistas, que independientemente de su desempeño eficiente, son vistos como blancos de tiro hasta provocar su despido injusto. En este grupo también deben ser incluidos aquellos sandinistas hasta 1990 que se plegaron al neoliberalismo privatizador y olvidaron la bandera de rojinegra, su carnet y su broche de militante. Además, existe la actitud ante la alternabilidad del gobierno, de que hoy puedo ser jefe y mañana subordinado, entonces mejor no soy exigente porque quiero que me traten bien si mi partido político pierde el poder y yo no quiero ir al desempleo, ni perder mi jubilación.
Sandinistas que trabajan duro en las instituciones estatales sufren un verdadero acoso laboral (“mobbing” para los europeos, que significa: ataque en grupo) de parte de los atrincherados burócratas liberales, somocistas o neosandinistas, pseudosandinistas y supuestos sandinistas que actúan como neo-neoliberales. Esto se facilita a veces porque varios empleados estatales de pensamiento sandinista han sido contratados temporalmente y no han entrado oficialmente a la nómina fiscal, lo cual sucede frecuentemente p. ej., en el Ministerio de Salud. A los contratados se les ve como trabajadores de segunda clase; hasta algunos trabajadores que están en la planilla fiscal del Estado, es decir, que tienen un número ordinal, miran a los contratados como de segunda categoría.
De tal manera que, el trabajador contratado (cuyo contrato se renueva cada tres o seis meses), es el eslabón débil de la cadena laboral. Y si este trabajador es sandinista y está bajo el mando de un liberal camuflado, entonces, su desventaja es doble. Sobre todo porque la “cuechocracia” reina en no pocos pasillos y oficinas estatales; el poder del cuecho funciona más eficazmente que cualquier intento de democracia representativa o participativa; es más eficaz que todo consejo de liderazgo. Los adversarios políticos del sandinismo son expertos en “cuechocracia”; hasta utilizan campañas de difamación por internet con remitentes falsos que ocultan –como buenos cobardes-, sus verdaderas identidades con pseudónimos y se hacen pasar por sandinistas. Y lo peor de todo es que algunos compañeros sandinistas se contagian con este método de consulta y sustituyen así el abordaje serio y profesional de los problemas.
A más de un sandinista eficiente se le ha valorado más con el “cuechómetro” que por sus resultados. Sucede a veces que los liberales son más escuchados por los funcionarios sandinistas y por supuesto que por los pseudosandinistas. El trabajo de toda persona debe valorarse según los resultados, tanto en empresas privadas como públicas. El alemán aquél que te conté, se quedó corto; repite un cuecho cien y mil veces y se volverá verdad.
No aumentar oficialmente la nómina fiscal es un condicionamiento vigente del FMI y del Banco Mundial para mantener la estabilidad macroeconómica. El gobierno sandinista actual no ha podido liberarse de dicha imposición. Algún día se logrará romper esa cadena porque instituciones estatales importantes como el Ministerio de Educación o el Minsa necesitan personal en todo el país que labore bajo las mismas condiciones que todos los trabajadores. Los partidos políticos de derecha, empresarios y banqueros (también de derecha, casi sin excepción) propugnan por la estabilidad macroeconómica y los acuerdos con los organismos internacionales de préstamo, y en consecuencia están en contra del aumento de la planilla oficial y del crecimiento del aparato estatal. El gobierno revolucionario tiene pendiente dicho punto.
La derecha recuerda malintencionadamente la frase histórica del comandante Daniel Ortega “…Vamos a gobernar desde abajo”, dicha la tarde del 26 febrero de 1990, en la Plaza de los Países No Alineados, al perder las elecciones. Y aunque Enrique Bolaños ni ningún otro líder derechista dijera una frase parecida, la táctica de la derecha dentro del Estado es sabotear silenciosamente la gestión gubernamental, menospreciar la eficiencia, promover la indisciplina, aparentar trabajar para mejorar la atención, obstaculizar, retrasar o impedir los cambios y debilitar el liderazgo sandinista. Algo similar pasa y preocupa en Venezuela.
La derecha dentro del Estado practica la lucha política como una expresión de la lucha de clases. Evidentemente que la derecha, en diferentes instituciones y circunstancias, está mandando desde abajo. Entre mandar y gobernar desde abajo probablemente no hay mucha diferencia. Los sandinistas que quieran ver y oír, que vean, oigan y actúen. Con la verdad puede ser que logremos muy pocas cosas justas; pero sin ella, no lograremos nada justo. Santana ha sido un crítico pionero y agudo de este importante problema. Y de la misma manera en que él pide a sus colegas cuando los problemas que denuncia lo empiezan a enojar, yo digo: ¡mejor denme la hora!