Japón: crisis nuclear y bombas atómicas
La bomba atómica fue más que un arma
de una terrible destrucción, fue un arma psicológica.
Henry L. Stimpson. Ex-Secretario de Guerra
¿Cuál fue el nivel del desastre nuclear y humanitario que causaron las dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945? ¿Es comparable con lo ocurrido en la planta nuclear de Fukushima Daiichi, 250 Km., al noreste de Tokio?
El 11 de marzo pasado, Japón (el país del origen del sol) tal es el significado literal de su nombre, según Wikipedia, fue estremecido por un terremoto de 9.1 en la escala de Richter –el más fuerte en los últimos 140 años-, a las 14:46 horas, en la región noreste del archipiélago formado por más de 6 mil islas. Como consecuencia del fuerte sismo, un tsunami con olas de 10-15 metros de altura, golpeó al país. En un sismo de magnitud 7.6 de Richter, la Tierra despliega una “potencia” mil veces más fuerte que el impacto sufrido por las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en 1945; pero sin el efecto nocivo de la radioactividad. El tsunami afectó a la planta nuclear de Fukushima, algo imprevisto, según Yuriko Koike. Japón con una historia de 2500 años, 127 millones de personas (9 millones en Tokio), 377883Km2 y un PIB percápita de 32443 dólares, que lo ubica entre los lugares 22 y 24 en el mundo, enfrenta un desastre natural colosal. Fuerzas naturales, materia en constante movimiento y transformación, por enésima vez, sobre el pueblo nipón. No obstante, no hay tal castigo, ni maldición.
La vasta experiencia de los japoneses ante temblores o terremotos, con sus construcciones antisísmicas, alta tecnología, alto nivel de organización y disciplina minimizarían el efecto del desastre. Al cumplirse un mes del terremoto, otro sismo, un poco menos fuerte –de 7.1 en la trágica escala richteriana- golpeó a Japón. Hay casi 30 mil muertos (casi 14 mil muertos confirmados, casi 15 mil desaparecidos, más de 150 mil damnificados y 300 mil millones de dólares en pérdidas). La crisis económica mundial, causada por la avaricia capitalista del siglo XXI, también estaba perjudicando a Japón (la tercera economía del mundo, después de China y Estados Unidos, con un PIB de 4.6 billones de dólares) como parte de la globalización. La crisis natural provocada por la materia de nuestro planeta, en constante cambio debido a sus propias fuerzas y contradicciones internas, como ha sido a lo largo de millones de años, ha sido agravada por la crisis nuclear, ya que una de las principales plantas de energía atómica de Japón, la de Fukushima, ha sido severamente averiada (su reactor número tres ha sufrido explosiones), en medio de la crisis energética mundial y de las protestas de miles de seres humanos en contra de la construcción de plantas o reactores nucleares.
Los grandes medios de comunicación mundiales han dicho que la crisis nuclear japonesa de 2011 es la peor que ha tenido el país. Ninguno de ellos se acuerda de la crisis nuclear del año 1945. La generada, para ser más exacto, el 6 y 8 de agosto de ese año, cuando dos aviones del ejército de Estados Unidos de América dejaron caer –innecesariamente- dos bombas atómicas, por órdenes del presidente Harry Truman, sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, para que Japón se rindiera el 15 de agosto. En Hiroshima explotó una bomba de 20 kilotones (veinte toneladas de TNT o dinamita) y en Nagasaki, una tres veces más potente, de 60 kilotones. Pero Estados Unidos habla más de los apodos de las bombas nucleares y de los aviones, que sobre el daño causado a Japón, a la humanidad. En mayo, el ejército alemán, derrotado por el ejército ruso, capituló. Y en agosto, el ejército japonés aliado de Alemania e Italia (el eje del mal de aquel entonces), ya estaba estratégicamente derrotado. Pero Estados Unidos quería demostrar –en medio de la ruina de Europa y más de 50 millones de muertos-, quién mandaba en el mundo, a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, a la cual se incorporaron sus soldados hasta en 1944, en Normandía, cuando los rusos traían de retroceso a las mejores tropas de Hitler.
“…Con esta bomba hemos añadido un nuevo y revolucionario incremento en destrucción a fin de aumentar el creciente poder de nuestras fuerzas armadas. En su forma actual, estas bombas se están produciendo. Incluso están en desarrollo otras más potentes. (...) Ahora estamos preparados para arrasar más rápida y completamente toda la fuerza productiva japonesa que se encuentre en cualquier ciudad. Vamos a destruir sus muelles, sus fábricas y sus comunicaciones. No nos engañemos, vamos a destruir completamente el poder de Japón para hacer la guerra...” Así se expresó el presidente yankee Harry S. Truman, del Partido Demócrata, el 9 de agosto de 1945. Hacer explotar el arma más poderosa en ese momento, era símbolo de la supremacía mundial y había que hacerlo antes de que se disparara el último tiro.
El Servicio de Seguridad Nuclear de Japón clasificó el accidente nuclear de Fukushima como de nivel 7 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos (INES). El nivel 7 significa un “accidente grave”, es decir, que “se produjo una emisión mayor de materias radiactivas” con “efectos generalizados en la salud y el medio ambiente”. Se consideró que el problema era tan grave como el de la planta nuclear de Chernobyl, Ucrania, Unión Soviética, ocurrido el 26 de abril 1986, donde se estableció una zona de exclusión o alienación de 30Km., aunque las emisiones de radiactividad en el reactor N1 de Fukushima, equivalían al 10% de las registradas en Chernobyl, donde la explosión del reactor N4 de la central nuclear emitió en diez días cerca de 12 mil millones de becquereles al medio ambiente, o sea, 30 mil veces más que todas las emisiones radiactivas atmosféricas anuales en el mundo (radiación y emisiones tóxicas 500 veces mayores que las producidas por la bomba atómica de Hiroshima, lo que causó la muerte de 31 personas y la evacuación de 116 mil). La dosis de radiación letal en seres humanos es de tan sólo 3.5 a 4.5 Grays.
¿Cuáles fueron los daños humanos “colaterales” causados por Estados Unidos a Japón en 1945, debido al único ataque nuclear ocurrido en la historia de la especie humana, un doble crimen de lesa humanidad? Las bombas atómicas mataron a 140 mil personas en Hiroshima y 80 mil en Nagasaki, es decir, 220 mil seres humanos, la mitad de los cuales murió en los días de los bombardeos de manera inmediata. Entre 1950 y 1990, el 15 y 20% de las víctimas murió por lesiones o enfermedades atribuidas al efecto nocivo de la radiación atómica. Fallecieron por leucemia 231 personas y por distintos tipos de cáncer 334. Aunque otros registran 5 mil muertes por cáncer. La mayoría de las estimaciones, indican que los efectos inmediatos mataron aproximadamente a 70.000 personas en Hiroshima e hirieron a 300 mil. Para 1950, más de 200.000 personas murieron por quemaduras, cáncer y otros padecimientos a largo plazo. En Nagasaki fallecieron inmediatamente entre 40 mil y 75 mil personas; el total de muertes a finales de 1945 fue de 80 mil. Otros daños colaterales tardíos fueron las malformaciones congénitas y mutaciones genéticas.
La amenaza nuclear es una realidad. Estados Unidos posee entre 5 mil y 10 mil cabezas nucleares (con una potencia media de 150 kilotones), Rusia 3500 e Israel 200 a 400 (con sólo 27817Km2 y 7 millones de hab.). Los rusos llegaron a construir la más potente arma nuclear, la bomba del zar (Tsar), cuya potencia fue de 100 megatones. La producción de armas nucleares (que pueden terminar con la vida en el planeta) y la construcción de centrales nucleares deben detenerse (con 443 es suficiente). No más Hiroshima, Nagasaki, Chernobyl o Fukushima.