Traidores e infiltrados en el FSLN
Lenin Fisher
A lo largo de su heroica lucha, por
la transformación revolucionaria de la sociedad nicaragüense, el Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), ha sufrido los efectos negativos de traidores
y de agentes enemigos infiltrados.
Si bien es cierto que los traidores
e infiltrados no merecen ser recordados, el presente escrito tiene por objetivo
abordar, desde una perspectiva histórica, los hechos, en su contexto
determinado.
Julio Corrales, es mencionado en La paciente impaciencia (Borge, 1989),
como alguien que introdujo y sacó, varias veces, a Carlos Fonseca, desde Honduras,
que conocía bien todas las veredas, puntos ciegos y caminos para entrar y salir
hacia el vecino país del norte, y que fue uno de los capturados cuando la
Oficina de Seguridad Nacional (OSN) y la Guardia Nacional (GN) detectaron la
primera escuela militar del Movimiento Nueva Nicaragua (MNN), en Casa Colorada, El Crucero, en 1962 (p. 172).
La descripción que Borge hace de
Corrales, suena extraña y sospechosa, cuando un pequeño grupo de guerrilleros,
en Raití-Bocay, navegan en cayuco, ayudados por mískitos; pues Corrales
apareció, solo, en la ribera. Tomás Borge apunta que no sabe qué hacía ahí; si
había ido a una finca cercana donde alguna amistad, o quién sabe qué. Luego,
Borge describe como naufragaron en el río el Guayape; desastre en medio del cual, Corrales se aferró a un barril de gasolina, medio vacío, y
murió ahogado.
Cito textualmente a Borge:
Aún
estábamos en el [río] Guayape cuando desde la ribera un hombre nos hizo señales
agitadas. Como nos pareció conocido, nos acercamos a la orilla. Era Julio
Corrales, somoteño, muy joven, buen caminante, impulsivo, conocedor hasta con
los ojos cerrados de las veredas por las que transitaban contrabandistas y guerrilleros
entre Honduras y Nicaragua. Por ellas trasladó, en varias ocasiones, a Carlos
Fonseca. No recuerdo qué hacía ahí. Había llevado una ayuda a unos amigos del
río, iba de tránsito al MP [campamento Mario Pastrana, en el Guayambre]…Quién
sabe. Se fue con nosotros (p. 198).
Alrededor de 2010-2011, yo fui
testigo de una conversación en la casa de Edén Pastora Gómez, en Managua, entre
Pastora y Luis Fisher Pérez (ambos antiguos integrantes del Frente
Revolucionario Sandino. Fisher, además, fue uno de los capturados en Casa
Colorada); conversación en la que Pastora preguntó: ¿Te acordás de Julio
Corrales?, aquél que murió ahogado en un río, en Raití-Bocay. Sí, respondió Fisher.
Pues ese, era infiltrado. Cuando triunfó la Revolución, nosotros encontramos
información de él en los archivos de la OSN, agregó Pastora. Y Fisher
respondió: ¡Cómo vas a creer!
En 1967, entre los sandinistas que estaban en la clandestinidad abierta, o sea, con una mampara legal, se encontraba Gustavo Regalado, un agente de la OSN infiltrado en las estructuras del FSLN, según Ortega Saavedra, en La epopeya de la insurrección (2017; p. 236), cuando se refiere a las fuerzas sandinistas en la resistencia urbana.
En México, el ingeniero José Ovidio Puente León era un veterano colaborador azteca del FSLN, porque desde los primeros años de su fundación siempre apoyó a la organización político-militar. Sin embargo, Puente León era un agente de los servicios de inteligencia mexicanos, a los cuales siempre mantuvo bien informados de las actividades de los sandinistas en la tierra de Emiliano Zapata, Francisco Villa y Benito Juárez. Cuando Carlos Fonseca fue liberado, en octubre de 1970, de la prisión en Costa Rica, por la acción comando dirigida por Carlos Agüero, el segundo comandante Cero, fue trasladado a México, junto con Humberto Ortega y otros prisioneros, donde se reunió, en el D.F., antes de viajara a Cuba, con personalidades como Edelberto Torres, la doctora Concepción Palacios y el doctor José Córdoba Boniche, así como destacados militantes como Tomás Borge Martínez, Edén Pastora Gómez, Bayardo Altamirano y Henry Ruiz. La reunión fue de análisis político y en ella también estuvo presente Puente León. Sobre la labor de agente de la inteligencia mexicana de Puente León, creo haber leído en La Paciente Impaciencia, de Borge Martínez, o en una entrevista de Pastora Gómez. Esto lo revisaré y confirmaré muy pronto. Aunque este tipo de infiltración tuvo otra connotación, en términos prácticos, refleja como los servicios de seguridad, espionaje o inteligencia estaban interesados en conocer de las actividades del FSLN.
En Cuba, en 1972, como parte del contingente de jóvenes sandinistas que llegaron a entrenarse militarmente, se encontraba un oficinista, cuyo pseudónimo era "Fernando", quien era un infiltrado somocista y fue descubierto cuando transmitía información por vía inalámbrica, desde La Habana a la Oficina de Seguridad Nacional, en Managua, Nicaragua. Formaban el grupo mencionado los siguientes revolucionarios: Camilo Ortega, Edgard Munguía, Francisco Rivera, Juan de Dios Muñoz, Angela Morales, Juan José Úbeda, David Blanco, Doris Tijerino, Venancio Avendaño, Gilberto Bervis, Mario Torres, Manuel Avilés y la chilena Gladys Zalaquett, de acuerdo a Humberto Ortega, en el subcapítulo titulado El FSLN en Cuba, del libro La epopeya de la insurrección (2004; p. 225-226).
Roberto “Tito” Chamorro: bajó de la
montaña, en 1976, por enfermedad y al llegar a Granada, fue capturado por la
GN. Brindó valiosa información sobre la guerrilla en el norte del país
(integrantes, rutas, lugares, campamentos, colaboradores, etc.), sin importarle
que ponía en peligro la vida de su hermana, Claudia Chamorro, una guerrillera
que moriría combatiendo en 1977. También es mencionado en La paciente impaciencia, como uno de los factores que incidió en la
muerte en combate de Carlos Fonseca, el secretario general, ideólogo y
principal fundador del FSLN, el 8 de noviembre de ese año.
Marvin Corrales Irías: es
mencionado en el libro En el mes más crudo
de la siembra (Suárez, 2015), donde se describe que traicionó y delató a
quienes venían procedentes de Cuba, en 1978, lo cual influyó en la muerte del
guía (Mauricio Cajina Pérez) y la captura de Doris Tijerino, aunque logró escapar José Benito Escobar; hecho ocurrido en el Tablón, en el sector de El Espino, departamento de Madriz. Posteriormente, delató a Escobar, en el mes de julio, en la ciudad de Estelí, después de lo cual, le dispararon por la espalda a José B. Escobar. Según William Grigsby, en el programa Sin Fronteras, del 14/4/2023, Corrales Irías había sido capturado por la Guardia Nacional y no resistió las torturas, tras lo cual se convirtió en colaborador de los órganos de seguridad somocista, asumiendo el pseudónimo de Macoy. Tenía la misión de entregar a los dirigentes del FSLN. Era tan hábil, que al triunfar la Revolución Popular Sandinista, Macoy se incorporó a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Municipal de la ciudad de Somoto. Pero la revisión de los archivos somocistas, en Managua, reveló que era colaborador de la GN y el FSLN lo sacó del gobierno municipal somoteño y lo condenaron a 30 años de prisión. Posteriormente, el arzobispo Obando y Bravo intercedió por él y logró sacarlo de la cárcel.
En la ciudad de León, un tipo apodado "el Chino", cuyo nombre era Rafael Castillo (según el libro Raíces de guerra, escrito por Pedro Sampson), estuvo infiltrado entre los guerrilleros sandinistas que participaron en la Insurrección de Septiembre de 1978, después de la cual, se integró abiertamente a la Guardia Nacional. Patrullando las calles de la ciudad, en los temidos jeeps de la BECAT (Brigada Especial Contra Ataques Terroristas), se dedicó a reconocer, denunciar, capturar y asesinar a los jóvenes sandinistas. Por ejemplo, "el Chino" identificó, llamó por su nombre e insultó a Ramón Larios Brenes, un adolescente de 15 años de edad, asesinado por la GN, el 20 de abril de 1979, en el sector del Pochote, en el barrio de San Felipe.
"El Chino" también identificó a Gerardo Hernández (el Pacífico), cuando fue capturado, en León, en abril de 1979, junto a un importante colaborador conocido como "el Tío Harry". Al triunfar la Revolución, "el Chino" se encontraba herido en el Hospital Militar y pasó a ser resguardado por la Cruz Roja Internacional.
En el mes
de abril de 1979, un objetivo específico durante la segunda insurrección de
Estelí era capturar al traidor Juan José Zamora (el Cherry), quien conocía
casas de seguridad, campamentos, nuevos reclutados, rutas y la red de
colaboradores de los sectores norte y sur de la ciudad de Estelí. El Cherry fue responsable de las
masacres que ejecutó la Guardia Nacional en Santa Cruz, la Montañita y San
Roque, asesinando a civiles inocentes, incluyendo familias enteras, niños y
ancianos, según relatan Lazo y Hernández, en el libro De mi barrio salieron los muchachos (2013).
Por otra
parte, Francisco Rivera (el Zorro o Rubén), en el libro La marca del zorro (Ramírez, 1989), precisamente en el capítulo
titulado Metidos en la ratonera, dice
textualmente, después de regresar del “Congresito” de los principales mandos de
la tendencia Insurreccional o Tercerista, en Panamá, entre enero y febrero de 1979,
lo siguiente:
Cuando regresé [a mediados de marzo] al campamento de El Tular me hallé
con la novedad de la traición de Cherry.
El buzón descubierto, perdidas las armas, los Benavides asesinados, la gente
que nos seguían matando en la ciudad y en los campos a causa de sus denuncias.
Ordené entonces que lo buscaran a como diera lugar para que lo ajusticiaran, y
no pocos planes y emboscadas fueron organizados para cazarlo. No pudimos
conseguirlo, y yo penaba por eso. Su saña era tal que llegaba a dejar los
cadáveres de los colaboradores asesinados cerca de los campamentos, amarrados
de manos, visibles las señales de la tortura, los golpes, las quemaduras del
chuzo eléctrico, las heridas.
A dos tenía yo en la mira: a Cherry,
y al torturador famoso de Estelí, Migdonio, aquel vendedor ambulante de Kola
Shaler que había sido mi compañero de pupitre en la escuela de párvulos. Pero a
ambos los tenía la Guardia bien resguardados, casi no los dejaban salir del
cuartel.
Cherry había puesto en peligro las redes de colaboradores, era cierto (p. 19).
Róger Adrián Miranda Bengoechea: economista, troskista, que desde inicio de los años 70 ya era un agente infiltrado. Resultó
ileso, en un tiroteo, en Granada. Estuvo en Chile, en tiempos del gobierno de
Salvador Allende, donde desapareció misteriosamente, para luego aparecer en
México. Tanto en Chile como en México, de pronto, aparecía con mucho dinero y
en vehículo.
Durante la ofensiva final, en
Masaya, es muy probable que, la información de inteligencia que brindó, haya
sido una pieza clave en la masacre de 11 jóvenes guerrilleros de La Reforma, el
6 de junio de 1979, quienes conformaban la mejor escuadra de la tendencia
Tercerista. Así como
en la presencia de gran cantidad de refuerzos de la GN, en Ticuantepe,
antes del ataque guerrillero y el
bombardeo
certero sobre la casa del estado mayor sandinista, donde resultó herido Hilario
Sánchez, quien era el jefe del estado mayor del Frente Sandinista en Masaya, en los primeros días de julio de 1979, por lo que Bengoechea asumió el puesto de Sánchez.
Después del triunfo de
la Revolución Sandinista fue uno de los traidores más connotados y que
representó la mayor infiltración, la penetración al más alto nivel del Ejército
Popular Sandinista, mejor lograda por los enemigos de la Revolución. Entregó a
la Agencia Central de Inteligencia valiosa información sobre los planes de
defensa que impulsaban el Gobierno, la Dirección Nacional del FSLN y el alto
mando del Ejército Popular Sandinista, relacionados con la ayuda brindada por Cuba
y la extinta Unión Soviética. Su deserción ocurrió en el mes de octubre de 1987, salió del país en el avión presidencial "19 de Julio" y al día siguiente apareció dando declaraciones en el Congreso de Estados Unidos, transmitidas por televisión, después de lo cual fue protegido y le garantizaron vivienda, salario y trabajo. Murió en California, el 29 de abril de 2023, a causa de un cáncer recidivante.
Una descripción
interesante, hecha por Glauco Robelo, sobre el caso Miranda Bengoechea está
registrada en el libro Memorias de la
lucha sandinista (Baltodano, 2011).
Edén Pastora Gómez: abandonó la
Revolución, en 1982, y formó la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), en
territorio de Costa Rica, para desde ahí agredir a la Nicaragua. Ese fue el
frente sur de la contrarrevolución apoyada por Estados Unidos. En los primeros
años del siglo XXI regresó al FSLN y se mantuvo apoyando al gobierno sandinista
hasta que falleció.
Mi padre me puso como primer nombre
Edén, en homenaje a su amistad con Edén Pastora Gómez, a quien conoció en la
adolescencia, en la ciudad de Estelí y con quien compartió siendo miembros del
FRS. Cuando supimos de la traición de Pastora, en la década de 1980, yo le
reclamaba a mi padre por haberme puesto ese nombre. ¿Por qué me pusiste ese
nombre, el nombre de un traidor?, le preguntaba y le decía que yo quería
cambiarme el nombre. Y mi padre guardaba silencio y me miraba, para después decirme:
Edén es una gran persona. Si vos no tenés
camisa y él tiene una, él se quita su camisa y te la da a vos. Así es Edén, me
respondía.
En el libro La paciente impaciencia, Tomás Borge Martínez señala que después del triunfo sandinista en 1979, se encontró información acerca del papel de doble agente de Harold Martínez, hermano de Alejandro Martínez, uno de los fundadores del movimiento guerrillero Frente Revolucionario Sandino (FRS). Textualmente lo dice así: Cuando triunfó la revolución, se encontró en archivos el nombre y las actividades de Harold Martínez como agente activo y confidente de la seguridad somocista (p. 193). Harold, junto a Edén Pastora, un mexicano y algunos indígenas Sumus (hoy llamados Mayangnas) se encontraron, en Piedra Chata, Río Patuca, con un grupo del Frente de Liberación Nacional (FLN), que preparaba condiciones para la jornada guerrillera de Raití-Bocay, en 1963. Según Borge, ni Harold, ni Pastora, ni el mexicano se unieron al grupo encabezado por Santos López y Carlos Fonseca, en cambio, los Sumus colaboraron de inmediato (p. 192-193).
Después del 25 de abril de 1990, cuando empezó a gobernar la derecha somocista y neoliberal, es decir, cuando el FSLN perdió el poder, entonces, no pocos comenzaron a abandonar el barco del ideal revolucionario.
En ese contexto, surgió la
corriente partidaria llamada Por un
sandinismo que vuelva a las mayorías, cuyos integrantes se retiraron del
FSLN y formaron posteriormente el supuesto Movimiento Renovador Sandinista (MRS),
en 1995, cuyos líderes más notorios fueron Sergio Ramírez Mercado y Dora María
Téllez Argüello; pero tras bastidores estaban Humberto Ortega Saavedra y
Antonio Lacayo Oyanguren (secretario de la presidencia y yerno de Violeta
Barrios, la primera presidente neoliberal del país). El gran objetivo de este
grupo era volver al FSLN un partido socialdemócrata. También a este grupo se sumó Henry Ruiz Hernández. En las elecciones presidenciales de 1996, el MRS logró menos del 2% de los votos, es decir, fue un fracaso total.
Posteriormente, en 2005, surgió el
grupo de Mónica Baltodano y Julio López, mal llamado Movimiento por el Rescate
del Sandinismo. El golpismo extremista del año 2018, apoyado por Estados
Unidos, reunió a todos los traidores del FSLN, después de abril de 1990, entre
ellos a algunos que fueron comandantes de la Revolución, pero que ahora no merecen
llamarse por ese cargo honorífico, como: Luis Carrión Cruz, Jaime Wheelock Román, Henry Ruiz Hernández y Humberto Ortega Saavedra. En
abril de 2018, se hizo público el regreso al FSLN, de parte de otro comandante
de la Revolución, Víctor Tirado López, quien se había alejado durante varios
años.
Nota: este artículo está en
construcción.
Managua, Nicaragua, 26 de
julio de 2022; 15/4/2023.
Escritos de Lenin Fisher:
reflexiones sobre la vida e historia de Nicaragua.
leninfisherblogspot.com
https://leninfisher.blogspot.com/2022/07/traidores-e-infiltrados-del-fsln.html