Biografía del doctor
Luis Henry Debayle Pallais
Lenin Fisher
El
Dr. Luis Henry Debayle Pallais nació el 26 de octubre de 1865, en León, dos
años antes que Rubén Darío. Sus padres fueron: Monsieur Louis Debayle, de
origen francés, y doña Salvadora Pallais. Se casó con Casimira Sacasa Sacasa. (1)
El Dr. Debayle Pallais,
conocido en su tiempo como “El Sabio Debayle” fue maestro de varias
generaciones de médicos. Fundador de la cirugía científica en Nicaragua al
introducir las técnicas de asepsia y antisepsia adquiridas durante sus estudios
de medicina y cirugía en París, Francia, como discípulo del gran científico
Luis Pasteur. (2)
La escuela quirúrgica
de Debayle –caracterizada por ser anatómica, aséptica y hemostática, tres
aspectos revolucionarios para entonces-, desarrollaba su trabajo en el Hospital
San Vicente y en la Casa
de Salud u Hospital de Sangre (3). Asimismo, fue pionero
de la raquianestesia y de la transfusión
sanguínea en Nicaragua (2). Logró, además, hacer extracción de cataratas del cristalino.
(3)
Durante sus estudios en la Universidad Sorbona
de París y en el Instituto de La
Rue de Lilly fue alumno de grandes maestros de la medicina
francesa, entre ellos: Trousseau, Potain, Dieulafoy, Gautier, Blanchard y
Richelot. (2)
Fue maestro insigne y
catedrático de la Facultad
de Medicina de la
Universidad Nacional de Nicaragua. Fundador y benefactor del
Hospital San Vicente de la ciudad de León. Representó a Nicaragua en muchos
congresos científicos de importancia mundial realizados en América y Europa (2).
El Dr. Debayle fue el representante de México y Centroamérica en el Congreso
Mundial de Medicina, celebrado en París, en el año 1900, lo cual se facilitó
porque se había graduado en esa ciudad pocos años atrás y trabajaba con el
grupo llamado los “Profesores de París”, que en ese tiempo trazaban las bases
anatómicas que unían los principios de Lister, Morton y Doyen y sentaban los fundamentos
de lo que se reconocería, en 1903, como la cirugía científica moderna. (3)
Formó parte, en Francia,
de la Legión
de Honor, de la Academia
de Ciencias y de la Academia
de la Lengua. El
Congreso Nacional de Nicaragua lo condecoró con la Medalla de Oro. (2)
Entre las obras científicas
más sobresalientes que publicó se pueden mencionar las siguientes: “Saturación
antiséptica” (presentada en un congreso científico en Budapest, Hungría); y
“Raquianestesia” (técnica que introdujo al país). (2,4)
Pensador, filósofo y
escritor, publicó cuatro libros que revelaron su talento filosófico y
literario, los cuales son: “Pensamiento y reflexiones” (un bello libro); “Ritmo
y alma” (armonías del inspirado poeta); “Aforismos y sentencias” (frases cortas, grandes deducciones, hermosas
máximas, sustanciosas enseñanzas); y “Al correr de la vida”
(joyel, ricas pedrerías de su prosa, diamantinas conferencias científicas,
perlas de sus discursos elocuentes, artículos castizos y floridos). Pensador
hondo, filósofo profundo. (2,4)
El día
de su nacimiento, el 26 de octubre, ha sido consagrado como “Día del Médico
Nicaragüense” por decreto emitido por el Presidente de la República de Nicaragua,
Dr. Víctor Manuel Román y Reyes; el Ministro de Salud, Dr. Alejandro Sequeira
Rivas; y el Ministro de Educación, Dr. José H. Montalván. “Laudable es que la
fecha de su natalicio sea escogida para la celebración del Día del Médico, pues
es el renovador de la
Medicina en Nicaragua, el fundador de la Cirugía entre nosotros y
el maestro médico por antonomasia.” (4,5,6)
Luis H. Debayle P., es el
pionero de la Medicina en Nicaragua y
se considera una personalidad fundacional. Cuando el Dr. Debayle P., ejercía la Medicina en León de
Nicaragua, su coetáneo y coterráneo Mariano Barreto (1856-1927) lo retrató en
estas líneas: “Inteligencia precoz, viveza de espíritu y actividad infatigable,
prendas son que maduraron en él, y despertaron sus ansias de vivir y de
saber... El, que de Nicaragua salió joven todavía, volvió convertido en hombre
con su cerebro nutrido de conocimientos nuevos, frescos y hondos. La cuchilla
salvadora vibraba en sus manos de cirujano experto, y la palabra de
conferencista insigne, palpitaba en sus labios, abundante, fogosa y fuerte.” (7,8)
He ahí el testimonio fiel a la imagen que en su época proyectó
el doctor Debayle, personalidad que fuera muy conocida por su ilustración en la
ciencia de Hipócrates y Esculapio, dentro y fuera del área centroamericana.
Pero, en la medida en que nos hemos distanciado de ella, se ha ido relegando al
olvido su aporte a la cultura científica del país. No obstante, en los últimos
años del siglo XX se le reconoció como uno de nuestros ciudadanos pre-claros y
héroes sin fusil (7,8). Según el “Diccionario de autores de nicaragüenses”
del año 1994, él es uno de los 112 leoneses (18%) de un total de 600
compatriotas; y también es parte de la lista de 47 leoneses (32%) incluidos en
“Héroes sin fusil: 140 nicaragüenses sobresalientes” publicado en 1998. (9)
Según el Dr. Rafael Alvarado Sarria, en su obra "Historia de los hospitales de Nicaragua", el Dr. Debayle Pallais fue jefe y organizador de los servicios médicos militares del ejército gubernamental durante los 17 años que estuvo en el poder el general José Santos Zelaya López (1893-1909). El Dr. Debayle P., un liberal de convicción, organizó los hospitales de sangre que eran hospitales militares de campaña, los cuales desaparecían una vez terminada la guerra. Ese cargo lo ejerció el Dr. Debayle P., durante la Revolución Liberal (10), que duró 14 días (11-25 de julio de 1893), cuyas fuerzas militares avanzaron de León a Managua, entrando por la calle a la que bautizaron "El triunfo", guerra que se generó porque el Dr. Roberto Sacasa, quien había sido el primer Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de León, se quería reelegir como Presidente de la República (el último de los 30 años de gobierno conservador) (11). También ejerció dicha responsabilidad en la guerra contra Honduras, en Namasigue (1907) (10), donde surgió la historia del niño de 14 años de apellido Montoya, el de la estatua ubicada en Managua.
Lo
cierto es que, fallecido el 24 de marzo, según algunos, y el 29 de mayo de
1938, de acuerdo a otros, Debayle Pallais quedó estrechamente asociado al
fenómeno histórico del somocismo. La enfermedad
de base que llevó a la muerte del insigne galeno fue la diabetes, —trastorno
que le produjo la amputación de una pierna primero y, pocas horas antes de
morir, de la otra— y que le causó catarata en el cristalino (7,8). Murió a
los 73 años, debido a un coma diabético (8) en el mismo hospital que fundó, el
San Vicente, y al que entregó lo mejor de su inteligencia y trabajo creador;
sus restos descansan en la
Catedral de León, (1) donde reposan los leoneses insignes y
dilectos hijos de la ciudad. (7)
Sin
embargo, L. H. Debayle P., pertenecía a una época precedente: a la que tuvo
como eje propulsor la llamada “Revolución Liberal”, acaudillada de 1893 a 1909 por el general José
Santos Zelaya. Fue durante el período de este gobernante progresista, aunque
autócrata, que Debayle desplegó su mayor protagonismo. Período que correspondió
a los mejores años de su vida, de los 28 a los 44. Puede afirmarse, en consecuencia,
que tanto Debayle como el mismo Rubén Darío, ambos amigos, no pueden
comprenderse si no se les enmarca dentro del significado histórico del
liberalismo nacionalista de Zelaya, del que fueron sus representantes genuinos
(7). En Nicaragua, Debayle representó lo mejor de la ciencia y Darío lo mejor
de la cultura.
Rubén
Darío, en el Teatro Municipal de León, presentó al Dr. Debayle con las
siguientes palabras:
“Debayle
es un médico y un cirujano ilustre, digno de figuración y loa en cualquier
parte del mundo y que con el argentino Wilde fue una de las primeras
personalidades en el Primer Congreso Médico Panamericano de
Esta amada gloria nuestra, que lleva por nombre Luis
H. Debayle y que León tiene la suerte de guardar y Nicaragua comprender y
valorar para el día no lejano en que los niños saluden la frente de mármol bajo
el cielo azul.” (1)
Así
lo han interpretado exégetas de la cultura nacional como Mariano Fiallos Gil,
quien anotó: “Este fue un período sin paralelo en que cada cual sobresalía en
la importante tarea del pensar y del sentir, y del oficio de divulgarlo por
todas partes”. Fiallos Gil especifica que ese período o ciclo (“especie de
Renacimiento” lo llamaba) se operó en las dos últimas décadas del siglo XIX y
en la primera del XX, siendo su escenario y centro irradiador la ciudad de
León, entonces “alerta a las cosas nuevas y a las aventuras del espíritu”. (7)
El Dr. Debayle fue un producto legítimo de la
leonesidad. En otras palabras, Debayle
resultó de la leonesidad: esencia que marcó su ser, asimiló y transmitió a los
suyos. Leonesidad manifestada, por citar sus elementos principales, en el
orgullo catedralicio, conciencia de capitalidad y demás herencias coloniales;
en la tradición o vocación universitaria, o más bien de los estudios
profesionales de Leyes y Medicina; en otra tradición, esta vez política e
ideológica: la herencia del liberalismo —romántico y unionista primero a lo
Máximo Jerez y positivista luego a lo Augusto Comte— y en el espíritu de Atenas
(7,9). Otros fenómenos que constituyen
la leonesidad son: Sutiaba como alter ego,
violencia volcánica, valentía localista, sustrato artesano, culto a la palabra,
aptitud introspectiva y Poneloya como recreo. Fenómenos todos que están
asimilados en el subconsciente intrahistórico de los leoneses, configurando la
morfología de León, morfología marcada por el levenswelt o mundo vivido. (9)
O
sea: ese florecimiento de las artes y del pensamiento que caracterizó a León
—sobre todo en el lapso cronológico acotado por Fiallos Gil— hizo de sus
habitantes no sólo un pueblo de agricultores sino de “artecultores”. Este espíritu de Atenas formó un ambiente del que
participaban todos los estratos sociales, sobre todo los artesanos; y que
rendía culto a la palabra vibrante y al verbo oratorio y admiraba la música
orquestal. (7)
Ambiente,
además forjado por tertulias cotidianas y veladas, frecuentes, procesiones y
entierros solemnes, juegos florales de poesía, “salones” de pintura, temporadas
teatrales, conciertos populares, librerías, revistas y periódicos. Toda una
rica e intensa actividad cultural —inigualable en la historia de Nicaragua— que
fue decayendo con el tiempo. A ese ambiente perteneció Debayle y de esa
actividad fue promotor inevitable. (7)
En
ese sentido, pocos como él —en su escritura fluida y reflexiva— se hicieron eco
del tradicional panegírico leonés. Efectivamente, sus numerosas páginas laudatorias
—que recogió en el volumen “Al correr de la vida” (1935) tuvieron de sujetos a
próceres republicanos, ilustres literatos y estadistas, jurisconsultos y
médicos consagrados, artistas del pincel y del pentagrama, gobernantes dignos,
elocuentes profesores, todos de su ciudad natal. Y no sólo ellos. “Todo lo
saliente de León fue amado, justipreciado y aclamado fervorosa y públicamente
por el doctor Debayle, cuyo criterio ilustrado y justo, supo dar con fruición
mérito a quien lo tenía, tratárase del poderoso o del humilde, del hombre
brillante o del mediocre, del acomodado o del indigente.” (7)
Debayle tenía una afición lírica patriarcal, afecto a su solar nativo y era enaltecedor de sus
valores. Debayle fue sujeto él mismo de otro aspecto de la irradiación
intelectual leonesa: la afición lírica. Su convicción y formación científica no
se la impedían. “Rimaba versos modernistas —apuntó Fiallos Gil— con
reminiscencias del viejo Hugo”. De ahí que haya improvisado octasílabos a la
par de Darío en la isla del Cardón, en 1908; o escrito otros versos de carácter
ocasional que obedecían a irreprimibles sentimientos familiares o a deseos
quiméricos: “La gloria que ansía nuestra mente inquieta”. Todos revelaban, según
el propio Darío, antiguos ecos amorosos y perfumes heredados de una tradición
patriarcal. La mayoría los reunió su autor en el volumen “Ritmo y alma” (1933);
algunos figuran en tres antologías: la de los poetas y escritores de León (1922)
que insertó en un número doble de su revista “Darío” el escritor Juan Felipe
Toruño (1898-1980); en “Nicaragua lírica” (1937), publicada en Chile por el
presbítero Isidro Augusto Oviedo Reyes (1905-1968); y en la “Poesía
nicaragüense” (1948) de María Teresa Sánchez (1918-1984). (7,12)
Incluso,
como poeta, mereció este objetivo y sintético juicio de Juan Felipe Toruño en
El Salvador: “Hiperestésico humorista a ratos, filosofista casi siempre, poeta
emotivo y de extrema delicadez personal cuando quería pasar por sobre sus
afectos o por sobre sus funciones caritativas. Fue poeta de espontaneidad en rimas
y en ideas; ni imágenes atrevidas, ni metáforas exóticas, ni complicados
tropos, ni sugerencias nebulosas, ni nada que no estuviera claro, limpio,
armónico a su temperamento. Eran los suyos, versos espejos de su mundo interno:
estrofas correctas, sin mucho retoque y sin sorpresas estéticas: escribía como
hablaba, como le quemaba su espíritu la llama sagrada de Dios. No gustaba del
pulimento ni se entrometía en revueltas aguas imaginativas. No por esto va a
creerse que era su poesía gazmoña o ramplona o sin atractivo. Al contrario:
descriptora de estados del alma, de panoramas subjetivos, de emociones, de
fragmentos de vida que se deshilachan al golpe del dolor: es de observación y
meditación su característica poética.”(7)
El Dr. Debayle escribía una prosa reflexiva de
genealogía cartesiana. El valor literario de Luis
H. Debayle P., radicó, especialmente, en la prosa. No la de su juventud,
reducida a los desconocidos artículos de fondo en “El Católico” (1881),
periódico de León; sino la de su madurez: la de sus breves ensayos y
pensamientos, aparecidos de vez en cuando en revistas leonesas como “Azul”
(1916) y “Actualidad” (1929), por citar dos de ellas. Es en su prosa de
genealogía francesa por su hondura y exactitud cartesianas donde realizó su
mayor contribución intelectual. En concreto: la de sus máximas morales,
estéticas, filosóficas, etc., contenidas en su volumen “Luz y amor” (1923,
1927, 1934, y 1937) y en el folleto “Reflexiones y aforismos médicos” (1937). (7,12)
Inspirado
por el ejemplo paterno, Debayle no concibió en sus pensamientos ninguna vana
pretensión; apenas el deseo de transmitirlos a sus hijos, siguiendo los magnos
modelos franceses del siglo XVIII: Montaigne, Pascal y Jean De la Bruyere , autor de “Los Caracteres”.
(7)
“Un Moliere en máximas y un Saint-Simon en
miniatura” —retrató a La Bruyere otro gran francés
del s. XVIII: Lamartine. Es La
Bruyere —imitador de Séneca en el pensamiento y de Teofastro
en la brevedad— el modelo del prosista que Debayle, en sus dos obras citadas,
tensa la lengua, como se tensa una cuerda floja mediante un nudo que centuplica
su fuerza. No es necesario enumerar todos los temas que, con un efectivo poder
de síntesis, desarrolló; pero en los siguientes sus ideas admiten aún una
lectura provechosa: amor, arte, duda, egolatría, envidia, estilo, franqueza,
historia, igualdad, interés, lengua, maestros, opinión pública, originalidad,
palabra, respeto, religión, valor y vida. (7)
Por
otro lado, "Mis desaparecidos", o semblanzas de personalidades
científicas, artísticas, políticas y filantrópicas que conoció en los mejores
momentos de su vida, no desmerecen incluirse en una antología. Ya no se diga
una carta suya que en 1904 incluyó Mariano Barreto (precisamente titulada
“Carta”) dentro de un “Florilegio de escritores y prosistas nicaragüenses”,
como apéndice de una de sus obras. Fragmentariamente, esa misma
"Carta" fue incluida por Leonardo Montalbán en su “Antología
hispanoamericana” (Nicaragua, 1918), publicada en San José, Costa Rica. (7)
En
ese texto, Debayle declara la dualidad que marcó su existencia: “De Francia
recibí mi sangre y mi cerebro. De Nicaragua recibí la savia de la vida. De
Francia vinieron mis abuelos; en Nicaragua tengo mi hogar, mi aire y mi sol.
Amo a Francia, la venero por grande; amo a Nicaragua por joven y por débil. La
prosperidad de Francia me entusiasma; la desgracia de Nicaragua me entristece.
Tiemblo de espanto ante el fracaso posible de la gran Francia, como que sería
el fracaso de una raza; no sufro menos ante el porvenir oscuro de esa joven
nación americana,
bella, ingenua e inexperta [Nicaragua] expuesta a la rapacidad y a
la concupiscencia de los malos y de los fuertes.”(7)
Debayle tuvo un empeño permanente por triunfar. Y es que su entrañable relación con Francia sustentó el empeño por triunfar y
merecer fama en la centenaria y célebre Escuela de Medicina de París, donde
acaso sólo dos nicaragüenses se habían graduado: el granadino Ignacio Vado y el
chinandegano Roberto Sacasa (1840-1896), su futuro suegro y Presidente de la República (1889-1893) (170).
Este al ser investido como médico y cirujano el 7 de julio de 1867, recibió el
siguiente elogio del profesor Velpeau: “Regalo al idioma francés una nueva
palabra para unir honor, virtud y ciencia. Y es la palabra Sacasa.”(4,7)
Similares
encomios y conquistas académicas alcanzó Debayle en la tierra de sus
antepasados, tras adquirir sus primeras nociones científicas en León con el
positivista español Salvador Calderón y Aranazas —profesor del Instituto
Nacional de Occidente que escribió una Historia Natural— y el krausista polaco
José Leonard. “Ya en París fue discípulo aventajado de sabios profesores en
medicina: Trousseau, Potain, Dieulafoy, Laillon, Blanchard, Gautier y Richet”
—acotaría Enoc Aguado (1883-1964), político e intelectual, en una disertación
pronunciada durante el Primer Gran Congreso de Ex-alumnos de la Universidad de León,
celebrado en 1944, cuyos organizadores decidieron bautizar una de sus aulas con
el nombre de “Luis H. Debayle”. Y agregaría Aguado (7):
“Allí
[en París] recogió la luz y la ciencia que más tarde transportó con brillo y
con ardor a los centros científicos nicaragüenses y centroamericanos. Obtuvo el
internado del Hospital de París; y trabajó en las clínicas de insignes
maestros, como Charcot en la
Salpetiere , Pasteur en el Instituto de Rue de Lille, Richelot
en la Pitié y
en las de otros tantos profesores y maestros. Su tesis sobre Ginecología es
considerada como obra de gran trascendencia, y afirmó su fama de hombre científico,
y de futuro gran cirujano y gran clínico.”(4,7,12)
No
obstante estos triunfos, que le abrían de par en par las puertas de la
realización personal más exitosa, Debayle regresó a Nicaragua, al seno de los
suyos, para venir a transformar la ciencia médica, introduciendo los métodos de
la asepsia y la antisepsia, al mismo tiempo que lo hacía en Granada su colega
Juan José Martínez Moya (1868-1960). Asimilando la doctrina microbiótica de
Pasteur, uno de sus principales maestros, Debayle proyectó esa transformación
en cuatro direcciones. (7)
La
primera, con la apertura de su propia Casa de Salud; la segunda, con la fundación
del Hospital San Vicente; la tercera, con la renovación de la enseñanza de la Medicina en la Universidad ; y la
cuarta, con la actualización y difusión de sus conocimientos en la primera
revista científica de Nicaragua y en congresos panamericanos e internacionales.
Por su constancia y prestigio llegó a
ser electo miembro correspondiente en León, Nicaragua, de la Academia de Medicina de
París, siendo el único centroamericano —hasta ahora— en lograrlo. (7,12)
Cumplía su misión de enseñar. Mas es oportuno subrayar la mejor dirección
vocacional —y talvez la más significativa— del doctor Debayle: sus irreprimibles
actitud y aptitud de maestro. El fue, en esencia, un profesor. Según el ya
referido Enoc Aguado, “sentía en su pecho la llama viva y ardiente que prende
en los grandes corazones, el anhelo de compartir con los demás los
conocimientos adquiridos, procurando así el bien social, el aumento de la
cultura, la elevación de su gremio, y de la sociedad a que pertenecía”. Y
agregó: “Tenía la misión, y hasta podríamos decir la manía, de enseñar.”(7)
De
esta forma pudo con certera calidad, distinguir entre instrucción y educación,
mucho antes que oficialmente se hiciera, es decir, en 1940: cuando el
Ministerio de Instrucción Pública pasó a ser de Educación Pública. Y Debayle
acotó: “Instruir es ilustrar, acopiar conocimientos útiles, fomentar ciencia.
Educar es elevar el alma, dar al espíritu la suprema cultura del bien, de la
corrección y de la virtud.” Concluyendo: “Instruyamos, pero eduquemos ante
todo.” (7)
Debayle
también destacó por su tolerancia, a la que conceptuaba como un deber de
estricta justicia y vinculada al principio de la fraternidad. “La tolerancia
—sostenía— implica el respeto a las creencias y opiniones ajenas. Y este
respeto consiste no sólo en escuchar sino en no hacer ni decir aquello que
pueda herir la convicción de nuestros semejantes”. Además, creía que junto a la
tolerancia, la libertad integraba el ideal de los hombres rectos que aspiran al
perfeccionamiento. Y el objetivo fundamental de su carrera fue eso: mejorar,
tanto intelectual como espiritualmente. Y no sólo él mismo, sino, sobre todo a
los demás. (7)
Artesanos
y estudiantes eran los sujetos predilectos de su magisterio cotidiano. Los
primeros, a iniciativa suya, no se perdían de las ilustrativas conferencias por
medio de las cuales explicaba sus operaciones quirúrgicas y admiraban sus
discursos como joyas verbales. Indudablemente, no lo eran; pero conmovían a los
gremios artesanales. Porque, como leonés representativo de su época, Debayle
disfrutaba luciéndose entre ellos y ejercitando el culto a la palabra. Esto
explicaba su presencia inevitable, durante muchos años, en veladas
conmemorativas, ceremonias oficiales, actos universitarios y homenajes a
visitantes ilustres. (7)
Al
mismo tiempo, sentía debilidad por ese culto, preocupándose de preservarlo en
coronas fúnebres, al grado de convertirlo en verdadera necrolatría, idolatría a
los muertos. Aún más: su vanidad infantil le exigía recibir, periódicamente,
retóricas loas de sus discípulos y de universitarios en general, como los
cursantes de la carrera de Derecho. Por ejemplo, en 1930 la “Sociedad Larreynaga”
de León le tributó un reconocimiento, pronunciando el discurso de rigor Mariano
Fiallos Gil. “Debayle —dijo el futuro Rector de la Autonomía Universitaria —
es uno de los nicaragüenses que más ha luchado por la juventud.” Y era cierto.
(7)
Lo
demostraron numerosos médicos nicaragüenses y de otros países. Cinco de los
primeros fueron José Antonio Montalván, Escolástico Lara, Edmond Pallais y
Rosendo Rubí —conocido por inventar un sistema de teléfono sin hilos que patentó
en Washington en 1900 y con quien fue de los pioneros en utilizar los rayos X
en Nicaragua, en 1902 (4) —y posteriormente el jinotegano Simeón Rizo Gadea,
quien ha referido que, al concluir su examen público, se expresó en los
términos siguientes:
“Si
este acto no fuera obligatorio, mi gratitud me impulsaría a manifestar pública
y espontáneamente mis sentimientos de reconocimiento para todos los abnegados e
ilustres profesores, y en especial al doctor Luis H. Debayle, merecedor por su
ímproba y meritísima labor profesional de un busto marmóreo en este recinto
universitario.” Y ese busto, concebido en 1922, se hizo realidad no muchos años
después. (7)
No
había consciente adulación en esas palabras, sino agradecimiento sincero. La
misma gratitud de otros muchos discípulos suyos, ya desaparecidos, como el
propio Dr. Debayle P., cuyas limitaciones científicas fueron las de su tiempo:
más vinculado al siglo XIX que al XX. No resulta, pues, una personalidad
contemporánea; pero sí fundacional. Como el Dr. Juan José Martínez Moya en
Granada, inició en León una nueva época en la historia de la medicina
nicaragüense: la de las grandes y arriesgadas cirugías, no todas exitosas.
Además de cirujano general, Debayle Pallais fue oftalmólogo,
otorrinolaringólogo, ginecólogo, obstetra, ortopedista y urólogo. (7,8)
Sin
embargo, casi no se conservan sus trabajos. Unicamente se han localizado dos
números de su pionera “Gaceta Médica” y se desconoce su tesis doctoral sobre un
tema ginecológico; pese a que, según su colega Hildebrando A. Castellón, “había
sido citada en tratados clásicos de profesores franceses”. Tampoco los
presentados en congresos del extranjero, como su “Saturación antiséptica” y sus
estudios sobre raquianestesia. Sólo se
disponen de unos aforismos elementales axiomáticos tales como el siguiente: “para
ser buen cirujano es necesario saber diagnosticar, esto es, ser buen médico.” (7).
“Gaceta
Médica” fue fundada por el Dr. Debayle Pallais, en 1901, era el órgano oficial de
tres instituciones: Escuela de Medicina, Sociedad Médica de León y Hospital San
Vicente. (8)
El
Alcalde de Miami Beach, Florida, EE.UU., Kennett Oka colocó un busto en honor
al Dr. Luis H. Debayle P., en el Library Park, al lado del erigido al sabio
cubano Dr. Carlos J. Finlay. (4,6)
“De
los tres leoneses fundadores de la Academia Nicaragüense
de la Lengua --creada
hace 80 años por su matriz, la
Real Academia Española, en su Junta del 31 de mayo de 1928--,
el médico y cirujano Luis H. Debayle (1865-1938) ha perdurado mucho más que sus
coterráneos: el filólogo e historiador Alfonso Ayón (1858-1944), y el jurista,
prosador y crítico de arte en ciernes, Francisco Paniagua Prado (1861-1932).”
En el año 2000, Jorge Eduardo Arellano publicó una biografía del Dr. Luis H.
Debayle. (12)
En esa línea había formulado el ideal del
médico. Con motivo de la inauguración de un retrato del Dr. Debayle, en el Paraninfo
de la Universidad
de León, el Dr. José Montalván, dijo:
“Es
el hombre consagrado al saber, al dolor y al bien. Es el ser superior, piensen
lo que quieran, que camina en un plano mucho más elevado que el vulgo, llevando
por principal objetivo, sobre el interés que debe posponer, sobre sus pasiones
y vanidad, que debe acallar, por encima de la malidicencia que debe
menospreciar y por sobre la agresión que debe perdonar, el bien a la desgracia,
el alivio al sufrimiento y la defensa contra la muerte.” Precisamente, lo que
él -con empeñosa voluntad- aspiró a ser. (4,7)
“Su carácter letrado había sido determinante para que
el intelectual conservador Carlos Cuadra Pasos, Ministro de Relaciones
Exteriores de la segunda administración presidencial de Adolfo Díaz (1926-28),
lo seleccionara con otras seis personalidades con el fin de integrar nuestra
Academia de la Lengua ,
nacida como correspondiente de la española, según despacho del 1 de junio de
1928. De manera que el día de su instalación --el 9 de agosto del mismo año--
recibió el diploma correspondiente y se le asignó la silla G. También formó con
Paniagua Prado la comisión redactora de sus estatutos. El 20 de noviembre de 1928
ya estaban elaborados y ocho días después fueron aprobados.” (12)
“Evidentemente,
no por su calidad científica, sino por su faceta literaria, “El Sabio” había
sido privilegiado para fundar la corporación nicaragüense. Entonces ya había
publicado en folleto, desde 1908, tres discursos y dos poesías; y en libro las
primeras ediciones de su breviario de ideas: “Luz y amor” (la hondureña de 1923
y la guatemalteca de 1927). Ya era suficientemente conocido por sus discursos de
filigranas consagratorias, de poesías cuasi-modernistas --aunque, en definitiva, no
era poeta-- e incluso había espigado en la filosofía. Por ello debió ser
elegido para contestar el discurso del primer literato que ingresó a la Academia a raíz de su
fundación: el ingeniero J. Andrés Urtecho, leído en el Club Internacional de
Managua, el 7 de junio de 1929. En esa pieza, Debayle planteó que Urtecho
confirmaba su tesis sostenida hace tiempo: que el amor a las letras no es
incompatible, de manera alguna, con los estudios científicos; “que el arte no
está reñido con las matemáticas y que, si la mediocridad no alcanza la
generalización y la universalidad, ésta es --en cambio-- patrimonio de
mentalidades superiores”. Indiscutiblemente, una de ellas era el propio
Debayle.” (12)
“Pulcra
y erudita, dicha pieza demostraba que el académico leonés no desconocía a los
filólogos de su tiempo, a quienes citaba: los ingleses Warren, Hastings,
Williams, Wilson --emprendedores de investigaciones sobre la lengua, literatura
y civilización de la India--
y, sobre todo, al alemán Max Müller (1823-1900), de quien transcribió esta
afirmación: “La filología comparada ha contribuido al progreso de la
psicología, y nuestra psiquis individual se desenvuelve igualmente bajo su
influjo”. Al mismo tiempo, glosó a Víctor Hugo “Les mots son les passants mysterieux de l´ame” (Las palabras son
los peatones misteriosos del alma) y, sintéticamente, valoró obras fundadoras
de la literatura universal “monumentos grandiosos e indestructibles de la
palabra humana”: La Ilíada ,
La Odisea , El
Mahabarata, El Ramayana, La
Eneida , El Mío Cid, la Divina Comedia , La Canción de Rolando, El
Paraíso Perdido y Don Quijote de la Mancha. Y también dos de nuestra América: La Araucana del español
Ercilla, y el Popol Vuh de los Quichés. Y no podía faltar en esa lista el
principal conductor y creador del modernismo: Darío. Sobre sus antecesores
–escribía-- “se cierne el águila de la luz y de la gloria de Rubén Darío, cuya
obra trascendental, admirada hoy en el mundo, es sobrado analizar aquí”.”(12)
“Ya
lo había realizado en un discurso, leído el año de la desaparición física del
gran poeta, que continúa vigente. Digno de figurar en una selección de
aproximaciones críticas, concluye: “Si la onda invasora llegase por desgracia a
borrar a Nicaragua de la carta de los pueblos libres, Rubén Darío nos salvará
para siempre del olvido”.” (12)
El Dr. Luis Henry Debayle Pallais fue
el médico de cabecera del poeta Rubén Darío, durante los días finales del
Príncipe de las Letras Castellanas en la ciudad de León, quien fue víctima de
la cirrosis hepática causada por el alcoholismo crónico. “A Darío nadie le
torció el cuello. Falleció en su cama, pero el escritor y ex-Vicepresidente de
Nicaragua, Sergio Ramírez Mercado, citado por Seymour Menton, le pone pimienta
al deceso: “Aunque su muerte no se considera oficialmente un asesinato, las
punciones al hígado que le dio el sabio Debayle, médico torpe y futuro suegro
de Anastasio (Somoza García), le aceleraron la muerte,
según Rigoberto (López Pérez, asesino del dictador). De ese modo se le ofreció
a Debayle la posibilidad de cumplir con su afán de extraerle el cerebro al
cadáver de Darío, para medirlo y comprobar que pesaba más que el de Víctor
Hugo.” (13)
El
Dr. Alfonso García Rocha (q.e.p.d.) describió los funerales del Dr. Debayle
Pallais, de quien fue su alumno, así (14):
“El
29 de mayo de 1938, después de serle amputado en el Hospital de León, una
canilla por una neuritis, murió este eminente profesor.
La
muerte del Dr. Debayle causó hondo pesar en León, Nicaragua y Centroamérica,
pues fue un gran médico, un espléndido cirujano, escritor y poeta. Hizo varias
obras; fue un fino político, pues él defendía la vida de la Universidad de León.
El,
Rubén Darío y Pereira fue la trilogía que existía en León, que le daba timbre,
orgullo y prestigio a esa ciudad y al país entero. El programa de los festejos
fúnebres fue sorprendente.” (14)
El
féretro estuvo en el Hospital San Vicente y la Universidad ; en esta
última, los discursos se prolongaron hasta las dos de la madrugada. Recibió
honores presidenciales. Anastasio Somoza García, Presidente de la República (su yerno),
presidió los actos fúnebres. (14)
El
cortejo fúnebre inició a las 5 p.m., en la casa mortuoria y finalizó a las 9
p.m., en la Catedral
de León, donde fue sepultado, en medio del estruendo de 21 cañonazos. Volaron
sobre León los cinco aviones nacionales arrojando hojas con el retrato impreso
del Dr. Debayle. El féretro iba sobre la
cureña de un cañón, arrastrado por tres pares de caballos enlutados; las bandas
de la Guardia
Nacional y del Hospicio de León entonaban las marchas. Antes
del féretro iban: una banda de guerra, la banda sonora de la Guardia Nacional ,
tropas, clero, y canéforas regando flores; después seguían: la familia
doliente, Congreso, Corte Suprema de Justicia, comisiones, Facultad de
Medicina, Facultad de Derecho, Cuerpo de Bomberos, Aguilas Negras, pueblo en
general. (14)
En:
* Fisher, L. Historia de la Radiología en Nicaragua: la senda de la luz invisible. Universitaria. Managua, Nicaragua. 2010: 316
**Fisher, L. Historia de la Radiología en Nicaragua: la senda de la luz invisible. 2da. ed. Universitaria. Managua, Nicaragua. 2011: 428
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26. Oct. 1995: 3
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Debayle, el literato. El Nuevo Diario. 6-6-2008. Internet. 2010
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García Rocha, A. Muere el sabio Dr. Luis H. Debayle. Bolsa Médica. No. 26. Oct.
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En:
* Fisher, L. Historia de la Radiología en Nicaragua: la senda de la luz invisible. Universitaria. Managua, Nicaragua. 2010: 316
**Fisher, L. Historia de la Radiología en Nicaragua: la senda de la luz invisible. 2da. ed. Universitaria. Managua, Nicaragua. 2011: 428
Managua, Nicaragua, 28 de abril de 2012
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