sábado, 28 de abril de 2012

LA RESIDENCIA


La residencia
Lenin Fisher
            
    La residencia es el período de estudio, entrenamiento y trabajo en que un Médico y Cirujano se especializa en una rama de la carrera de medicina, que se realiza generalmente en un ambiente hospitalario, que dura tres o cuatro años, tras lo cual una universidad entrega el título de especialista. (1,2)

    Según el Dr. Oscar Aragón Téllez, destacado oftalmólogo nicaragüense, de la ciudad de León, la residencia es la mejor etapa de la vida y formación de un médico. Sin embargo, esto es relativo y no todos los médicos lo comparten. (1,2)

  El residente o médico residente juega un doble papel: estudiante y profesional trabajador. Como estudiante debe esforzarse disciplinadamente en aprender todos los conocimientos teóricos y prácticos de la especialidad que está estudiando. Y como trabajador debe cumplir un horario laboral diario de ocho horas y además hacer turnos nocturnos o durante los fines de semana. El trabajo es tanto –entre más se hace y se ve más se aprende-, que algunos afirman que el residente tiene hora de entrada, pero no tiene hora de salida. Por ese arduo ritmo de estudio y trabajo es recomendable hacer la residencia lo más joven posible. Esto no niega la necesidad de revisar las extensas jornadas laborales de 32 horas continuas, y a veces más tiempo, cuando se trabaja ocho horas, se continúa con un turno de 16 horas y se finaliza con otra jornada de ocho horas. Tal ritmo de trabajo, cada cuatro días, no puede considerarse normal, ni siquiera en tiempos del capitalismo industrial decimonónico. (1,2)

   Recuerdo que un médico guatemalteco durante un curso introductorio a la residencia hizo énfasis en que durante la residencia se estimulaba erróneamente un sentido de competencia egoísta, lo cual era peligroso porque en toda competencia siempre alguien gana a costa de la derrota o pérdida de otro. De tal manera que, según ese galeno lo que debía existir durante la residencia era la cooperación. (1,2)

La jerarquía existe también en la residencia. Los residentes son nombrados según el año que cursan: 1, 2, 3, ó 4. Así, comúnmente se llaman R1, R2, R3 ó R4. En medio de tal orden jerárquico se desarrolla un ambiente de competencia que no siempre es fraternal. Frecuentemente se dice que durante el primer año los médicos residentes empiezan siendo amigos; y al final del tercero o cuarto año, son ya enemigos. (1,2)

      En el caso de la especialidad de Radiología, me decía el Dr. Juan Carranza (q.e.p.d.), radiólogo de Guatemala quien tenía más de 70 años cuando lo conocí, muchas veces los residentes que llegan a estudiarla no la escogen como su primera opción porque quizá han intentado clasificar o clasificaron en otras especialidades más solicitadas o de mayor peso clínico o quirúrgico, de más prestigio. (1,2)



      Es obvio que para la residencia deben existir condiciones materiales, médicos que actúen como profesores o maestros y la disciplina de estudio y trabajo y programas académicos con un sistema de evaluación lo más objetivo posible.  La residencia es la continuación de la formación de los médicos a la par del paciente, de la realidad. Aplicando la “teoría de la bicicleta” que mencionaba el Dr. Yáder Palma, Especialista en Medicina Interna: ir del libro al paciente y del paciente al libro. 
(1,2)



     La objetividad se opone a la arbitrariedad durante la residencia. Esta última, a veces, es usada por los médicos especialistas (médicos de base o jefes) en contra de un residente específico. Es un secreto a voces que ocasionalmente un residente es fichado por uno o varios de los médicos especialistas, lo que significa que no pasará un determinado año de la residencia o será aplazado y eliminado de la misma.  Toda una selección artificial, no natural. Algunos galenos miran en esta práctica una expresión de la competencia; una forma de disminuir la competencia en el futuro mediato y a largo plazo. 
(1,2)

     Sin los médicos residentes los hospitales de mayor complejidad no funcionan. Sobre ellos recae la mayor responsabilidad del trabajo, el cual debe ser supervisado, siempre que sea posible, por un médico especialista. El residente maneja información actualizada –sobre todo ahora con el desarrollo de la cibernética y la informática que han sobrepasado a los manuales de bolsillo-, lo cual no significa que durante la residencia es la única etapa en que el médico especialista estudia, como equivocadamente algunos piensan. Los residentes son fundamentales en el impulso de la investigación científica. Y en Nicaragua han sido determinantes en las huelgas médicas por aumento salarial como en 1997, 1998 y 2006. 
(1,2)

      La residencia o especialización en un área de la medicina debe ser considerada como una maestría o más, porque dura mayor tiempo que algunas maestrías y cumple los requisitos de éstas. Después de ella, el médico especialista puede realizar más estudios llamados sub-especialidad o “fellow” para continuar estudiando toda la vida, más en estos tiempos en que el conocimiento cambia en menos de seis meses. 
(1,2)



     El estímulo académico con el reconocimiento a los mejores residentes debe practicarse como una forma de mejorar la calidad de la formación de cada   residente y de todo el cuerpo de residentes, sin menoscabar el trabajo en equipo, el espíritu fraternal y las relaciones de colaboración. Pero es más fácil que a un residente le reconozcan los errores que los aciertos. 
(1,2)

    La residencia es dura. Por eso es una etapa de resistencia. Resistencia ante las prolongadas jornadas de trabajo y ante la gran cantidad de contenido teórico para estudiar. Resistencia ante las arbitrariedades de diversa índole, que incluyen exámenes subjetivos y, a veces, castigo físico (como hacer más turnos nocturnos o durante fines de semana). No en vano a los residentes se les llama, en broma, resistentes. (1,2)


  La residencia es algo más que programas de televisión muy populares donde los residentes, interpretados por galanes y bellas modelos, pasan de romance en romance. La residencia es la realidad real. La residencia puede ser la mejor o la peor etapa de la formación de un médico; la etapa de los buenos o malos recuerdos; puede resultar satisfactoria, dura o traumática. No hacer cosas malas que parezcan buenas, ni hacer cosas buenas que parezcan malas, sigue siendo un buen consejo. La residencia es, simplemente, la residencia: es la fase de especialización de los médicos y cirujanos. (1,2)



Referencias bibliográficas:

  1. Fisher, L. Historia de la Radiología en Nicaragua: la senda de la luz invisible. Universitaria. Managua. 2010: 316
  2. Fisher, L. Historia de la Radiología en Nicaragua: la senda de la luz invisible. 2da. ed. Universitaria. Managua. 2011: 428


Managua, Nicaragua, 28 de abril de 2012

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