jueves, 26 de diciembre de 2013

MORIR EN DICIEMBRE

Morir en diciembre
Lenin Fisher 

El pasado 22 de diciembre murió a los 74 años de edad, Pablo Efraín Jáen Puerto  (don Payín), en su casa de habitación, por una enfermedad natural.

El 31 de mayo fue la última vez que conversamos. En esa ocasión, se molestó porque no le avisamos de la muerte de mi padre (Luis Fisher). Fue la última vez que sirvió de moderador y testigo de una sana discusión con uno de mis hermanos, como cuando éramos adolescentes.

Tenía mi papá cinco años de criarnos, después de fallecida mi madre (Miriam Chavarría), cuando en enero de 1979 conocí a don Payín.  Yo tenía nueve años. Don Payín decía que si mi hermano Yader se hubiese ido a Managua con él, a pasar el fin de semana con su esposa e hijo, no lo hubieran herido de muerte en el asalto del 13 de enero para recuperar dinero que serviría para la lucha insurreccional en León. Mi papá me dijo varias veces que sintió paz cuando don Payín nos recibió en su casa en el periodo de tiempo que va de enero a octubre de 1979, y la razón era que por primera vez alguien trataba a sus hijos como hijos. De hecho, nos presentaba como sus hijos.

Don Payín hablaba con orgullo de su sobrino Marcio Jáen (preso dos años con Tomás Borge Martínez).  ¡Para Marcio y Tomás, no los aíslen más! decía la consigna. Se refería a Esteban con tristeza y orgullo, otro sobrino, quien cayó en combate como guerrillero en la montaña.

Don Payín cuidó de tres de mis hermanos y de mí, cuando el mayor, Harold, fue capturado en enero, en El Pochote, San Felipe. Se llevó a Costa Rica, a Luis, de 14 años, después de que éste escapase con vida tras ser capturado por tercera vez por la Guardia Nacional (GN) y de haber sido testigo, el 20 de abril, del asesinato de su mejor amigo, Ramón Larios, otro adolescente de 15 años, junto al cual formaba parte de la heroica escuadra táctica de combate de El Pochote. Cuando don Payín regresó supo que la GN tenía preso a mi papá en la cárcel “La 21”, que habían cateado la casa y que a Malcolm, Vladimir y a mí, nos pusieron de espalda a la pared y encañonados, mientras un soldado le preguntaba al jefe si nos daban agua.

Sufrió don Payín cuando en un combate, en mayo, hirieron en una mejilla a Denis Callejas, sobrino de él. Después, mi papá no pudo salir de Managua durante la ofensiva final (junio-julio de 1979), Harold combatía en el Frente Sur y Luis ayudaba en la retaguardia en San José.  Por esa razón, la ofensiva final, la toma de León (20-6-79), del fortín de Acosasco (7-7-79) y el triunfo de la Revolución el 19 de julio, los vivimos y celebramos con don Payín, quien nos alentaba a cuidar nuestra colección de balas, casquillos y charneles.

En octubre cambiamos de casa. Don Payín regresó a vivir a Managua y trabajó como contador en el Sistema Sandinista de Televisión. Como miembro de la clase media criticaba los errores de la Revolución y las dificultades que el país vivía, por lo cual discutíamos; pero jamás optó por abandonar Nicaragua. Sin embargo, durante gobernaron los partidos de la derecha (1990-2006) siempre fue crítico del neoliberalismo. Era del voto duro del sandinismo.

Don Payín siempre nos trató con  respeto. Nos corregía los errores al hablar y los actos de mala educación; y como mi papá, no nos permitía malas palabras. Gozaba de buen humor. Como nos gustaba el rock, nos regaló el excelente disco del grupo británico Foghat, “Fool for the city” (1975). Se burlaba de mí porque durante la ofensiva final me distraje y dejé quemar el arroz que cocinaba, el cual pasamos comiendo durante una semana. Gustaba repetir la expresión siguiente: me voy y os dejo, para que los vivos vivan de los pendejos, que según él fue la última frase de Jesucristo. Varios de los puntos señalados los incluí en el libro Chavalos de la revolución y otros ensayos (Universitaria. León. 2011).

Sea éste, un homenaje al amigo que actuó como un padre en momentos históricos.


León de Nicaragua, 24 de diciembre de 2013

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