miércoles, 15 de septiembre de 2010

COPA MUNDIAL DE FUTBOL 2010

Copa Mundial de Fútbol 2010
 

El fútbol no es un asunto de vida o muerte,
es algo mucho más serio.
Bill Shankly

 
Lenin Fisher

Telespectador que va con todos los equipos débiles, con los no favoritos, ese soy yo. A miles de kilómetros de distancia de Sudáfrica, estoy a favor de los pequeños, al lado de los oncenos que pueden dar –han dado en el pasado y continúan dando ahora-, la sorpresa.

¡Qué terrible que siempre ganen los mismos! No puede ser que solamente los países poderosos económica, tecnológica y futbolísticamente ganen los partidos y conquisten el trofeo del torneo y las medallas de oro. Cada cuatro años la más grande fiesta futbolística pone en el tapete las grandes diferencias del mundo: el norte contra el sur; los ricos y los pobres; los desarrollados versus los subdesarrollados; los neocolonizadores y los neocolonizados; el primer mundo contra los tercermundistas. Son esos los topes en el fondo; por ejemplo, las islas Malvinas siempre resaltan. Esto no es sólo deporte y punto como escribió un amigo mío en un foro cibernético. El mundial es el reflejo durante más de un mes de la realidad global. A pesar de que las diferencias se han estrechado, de acuerdo a Edgar Tijerino Mantilla, el mejor cronista deportivo de Nicaragua.

Hace algunos años un analista español escribió en internet que a las grandes masas españolas las mantenían anonadadas con tanto fútbol. La copa, la recopa, la supercopa, el recopón, la copa del rey, la de la reyna, la de los príncipes, la copa de campeones, la eurocopa, la copa América, la intercontinental, la del sistema solar y la intergaláctica. El cuerpo de ningún atleta profesional aguanta tanto por tanto tiempo como una máquina, bien pagada, especializada para producir centenares de millones dólares de ganancias a los propietarios de equipos, a los organizadores de tantas ligas, a las marcas de prestigio y a la publicidad planetaria.

Jugadores profesionales que cuando se reúnen en tríos en los equipos profesionales españoles o ingleses ganan cantidades mayores a los presupuestos de varias capitales latinoamericanas, como lo ha señalado Frei Betto. Futbolistas que ganan más que miles y miles de profesionales y científicos por el único trabajo de tratar de meter el balón en la portería contraria, como han ironizado don Procopio y doña Procopia en El Nuevo Diario.

Equipos poderosos de Europa desgastan hasta el cansancio a las estrellas del tercer mundo; no les dan permiso, frecuentemente, en las etapas eliminatorias; les prohíben cumplir sus compromisos con los países de origen. Y cuando ya no rinden y no generan las estratoféricas ganancias acostumbradas, los descartan: los Maradona, Ronaldos, los Ronaldiños, los Beckham e inevitablemente los Messi. Negocio es negocio.



Es la lógica de la ganancia, no menos especulativa que en otras áreas de la sociedad capitalista, es la que rige a equipos como Real Madrid, Barcelona, Chelsea, Manchester United, Bayern, Inter, etc. Es la misma lógica de los Yanquis de Nueva York y las grandes ligas del béisbol.

Cuando era un niño de 8 a 14 años fui fanático de los Yanquis. Pero a partir de la década de 1990 dejé de serlo. Había que rechazar el poder unipolar globalizante al menos con algo y en algo. El dominio deportivo casi absoluto se enfrenta con rivales cada vez de mejor calidad en las Olimpíadas, en las Copas Mundiales de Fútbol y más recientemente en cada Clásico Mundial de Béisbol.

No sólo el país poderoso puede disfrutar la victoria, avanzar hasta semifinales, disputar la final y ganar el primer lugar. En el rostro de los débiles también puede y debe dibujarse la alegría del triunfo.

Ojalá que el favoritismo, a veces inescrupuloso, no premie a los poderosos porque premiar a los locales en esta ocasión no podría ser del todo creíble; Sudáfrica es demasiado débil. Los dictadores militares argentinos, con fines políticos, maniobraron para que la copa de 1978 la ganara por primera vez Argentina, que además de poseer a sus jugadores talentosos, era anfitriona, a pesar que Brasil terminó invicto; pero eliminado. Brasil jugó su ultimo juego por la tarde y Argentina programó su partido decisivo ese mismo día, por la noche, contra Perú de Teófilo Cubillas, equipo al que goleó 6 a 1, de manera increíble porque había estado jugando buen fútbol. Desde ese entonces, los partidos importantes o decisivos se juegan simultáneamente.

Francia en 1998 ganó su primera copa mundial, curiosamente siendo la sede, y las excusas de la constelación de estrellas brasileñas no convencieron a nadie. Por supuesto que organizar una copa mundial de fútbol significa mucho dinero. Ser potencia económica, no haber ganado nunca una copa, tener tradición de buen fútbol y ser anfitrión siempre serán cuatro buenas razones para ser campeón. Repito, negocio es negocio. Y el arbitraje de vez en cuando ha favorecido a los poderosos, sobre todo a equipos europeos.

Entre los tercermundistas las excepciones obviamente son, en el fútbol, Brasil y Argentina. Sin embargo, soy casi un hincha a distancia de todos los equipos latinoamericanos, africanos y asiáticos (incluyendo los árabes) cuando se enfrentan a cualquier país poderoso, a los favoritos, a los que poseen las archimillonarias ligas profesionales que practican el robo de piernas –y también de talentos y acaso de cerebros.







En realidad, soy un aficionado flexible. Hasta  Estados Unidos gana de alguna manera mis simpatías cuando por no ser favorito -aunque con mucho poder económico y tecnológico-, compite contra grandes favoritos; si algún día llegan a ser potencia futbolística, iré siempre contra ellos. En EE.UU., el fútbol gana terreno, quieren cambiar la estructura para encontrarle sentido, agrandan las porterías y quisieran ocho tiempos para vendernos más porquería o comida chatarra, según canta Ricardo Arjona; y donde además desearían marcadores abultados como los de baloncesto.

Hasta hoy 20 de junio, confieso que he disfrutado todos los empates y los resultados estrechos o con la mínima diferencia entre débiles y fuertes como los siguientes: Sudáfrica 1 y México 1; Ghana 1 y Serbia 0; Uruguay 0 y Francia 0; Italia 1 y Paraguay 1; Suiza 1 y España 0; Inglaterra 1 y Estados Unidos 1; Brasil 2 y Corea del Norte 1; Serbia 1 y Alemania 0; Chile 1 y Honduras 0; Holanda 1 y Japón 0; Corea del Sur 2 y Grecia 0; Nueva Zelandia 1 e Italia 1.

Por lo menos en esta Copa Mundial de Fútbol 2010 que no ganen siempre los mismos, como cantaba Joan Manuel Serrat, y que el tiempo esté a favor de los pequeños, como cantó Silvio Rodríguez. Quizá en 2014 sea  otra la historia porque países como los asiáticos, africanos y árabes juegan cada vez mejor.